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sábado, 26 de enero de 2008

La maldición de Terry Gilliam

Si un marciano borracho me preguntase a punta de láser cinco cosas que pasaron en 1969, éstas serían mis cinco respuestas:

1) Woodstock
2) El ser humano holla la superficie lunar por primera vez
3) Led Zeppelin lanza su primer album
4) Se envía el primer mensaje a través de ARPANET
5) Nacen los "Monty Python"

Los Monty Python no son un grupo cómico más. Cuarenta años después de su nacimiento siguen siendo un referente para casi toda la comedia actual. En nuestro propio país gente como Joaquín Reyes o Faemino y Cansado se reconocen admiradores de su humor, absurdo, negro y en ocasiones escatológico.


La base de la genialidad de los Monty Python reside en la genialidad de cada uno de sus miembros: Graham Chapman, Michael Palin, John Cleese, Eric Idle, Terry Jones... y Terry Gilliam.

Así es. Terry Gilliam, que empezó haciendo los cortes de animación de "The Monty Python's Flying Circus", pasó a ser el más celebrado de los ex-Python tras la disolución del grupo. Películas como "El rey pescador", con la que consiguió un Oscar, pero sobre todo "Brazil", le encumbraron a la fama artística en lo que se prometía una apasionante carrera como director de cine.


Sin embargo, la realidad ha sido muy dura con Gilliam, y es que su cine es de esos que, por desgracia, no consigue aunar éxito de crítica y público. Además, con "Las aventuras del barón Munchäusen" prácticamente arruinó a la productora, y ese lastre le ha pesado desde entonces. Aunque con "El rey pescador" se volvió a ganar el aprecio de la crítica y un premio de la Academia, y con "12 monos" pareció ganarse el aprecio del público, lo cierto es que su siguiente película ("Miedo y asco en las Vegas") fue demasiado arriesgada: concretamente, fue un delirio de LSD, anfetas y todo tipo de drogas ilegales. Y aunque se vuelve a demostrar como un visionario director de actores, (re)descubriendo a gente como Johnny Depp, Benicio del Toro, Ellen Barkin, Tobey Maguire, Christina Ricci o Cameron Díaz, fue otro bacatazo de taquilla... y de crítica.

Este golpe no le hizo desistir de su sueño de rodar una versión de "Don Quijote de la Mancha", con el actor francés Jean Rochefort interpretando al ingenioso hidalgo. Pero un presupuesto muy limitado impuso unas condiciones de rodaje tan precarias que una serie de incidentes (malas localizaciones, una inundación, problemas con los productores) hirieron de muerte la producción. La puntilla fue la enfermedad de Jean Rochefort, sin cuya presencia era imposible finalizar la película. Terry Gilliam amenazó entonces con esperar lo que fuese necesario para recuperar al actor y a la película.


Tras este bacatazo y esta amenaza, todos recibimos con interés las nuevas películas de Gilliam, que se habían hecho esperar siete años. La primera de ellas, "El secreto de los hermanos Grimm", era un proyecto de estudio que Gilliam ejecutó con maestría pero frialdad. Aunque se pueden apreciar detalles de su arte en ella, en general es un producto muy menor dentro de su filmografía, y no es imposible que algún día la firme como "Alan Smithee". Una de las pocas cosas destacables de la cinta es la aparición de Heath Ledger, que se haría enormemente popular en su siguiente actuación en "Brokeback Mountain".


Pero la verdadera intención de Gilliam era hacer una película que atrajese al público a las salas, y volverse a ganar el favor y la confianza de los productores. Simultáneamente, Gilliam rodó una película de bajo presupuesto y mucho más intimista, titulada "Tideland", para la que volvió a contar con Jeff Bridges (actor que le dio suerte con "El rey pescador").

Todos pensábamos que Gilliam iba a utilizar la táctica empleada por otros directores para poder seguir financiando sus sueños artísticos: firmar una película comercial que le permitiese financiar otra película más intimista.

La pregunta era: ¿cómo sería su siguiente película, "The imaginarium of doctor Parnassus"? ¿Sería una película fría y taquillera, o sería una película de auteur?


Es posible que no lo lleguemos a saber nunca, porque esta semana ha muerto Heath Ledger, uno de los protagonistas principales (y que había trabajado antes con Gilliam en "El secreto de los hermanos Grimm"), cuando ya se había rodado un tercio de la película. Tres opciones se barajan para salir de este desastre en el que la película se ha metido sin querer: sustituir a Ledger por otro actor y volver a rodar los planos en los que éste aparecía, modificar el guión para que el personaje no vuelva a aparecer en pantalla... o renunciar a la producción... una vez más.

Una suerte de extraña maldición parece perseguir a Terry Gilliam. Aún no se ha cerrado el capítulo de esta historia, pero lo que parece seguro es que Gilliam se está ganando un áurea de director maldito que, me temo, eclipsará el talento de uno de los mejores directores de finales del siglo XX.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nobody expects the spanish inquisition.