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sábado, 29 de marzo de 2008

Los intermedios

Hace casi exactamente una semana volvía de un largo fin de Semana en Asturias, en el ya clásico ALSA de las 5 pm.

Era un largo puente, y las dos horas de atasco eran inevitables. Volvía al trabajo después de varios días de descanso y me tenía que resignar a estar sin ver a mis amigos de Asturias durante un montón de tiempo. Me estaba empezando a deprimir.

Pero entonces el conductor conectó el Woxter DivX y puso "800 balas", película de Alex de la Iglesia mucho menos mala de lo que me habían dicho, y en la que el personaje de Sancho Gracia lanza a bocajarro este pensamiento al espectador: "En la vida hay momentos jodidos, pero jodidos de verdad; mucho más de lo que tú te puedas imaginar. Ésos no hay Dios que te los quite. Hay que aprovechar los intermedios entre putada y putada. No divertirse cuando uno puede es el mayor pecado del mundo".

En ese momento giré la cabeza y vi esto a través de la ventanilla:








Y sonreí.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Herejía especulativa

Si por el dogma de la Trinidad asumimos que Cristo es el Espíritu Santo...
...y el Espíritu Santo fecundó a la Vírgen María...
¡Entonces Cristo es su propio padre, al igual que Fry es su propio abuelo!
¡Por lo tanto Cristo es Dios! (c.q.d.)
Y por lo tanto... ¡Cristo no tiene ondas cerebrales delta!

(Corolario: Cristo es inmune a los super-cerebros y en algún sitio esconde un mini-scooterín de juguete! :))


They're coming to take me away, ha-haaa!!
They're coming to take me away, ho-ho, hee-hee, ha-haaa
To the funny farm. Where life is beautiful all the time and I'll be
happy to see those nice young men in their clean white coats and they're
coming to take me away, ha-haaa!!!!!

domingo, 16 de marzo de 2008

¡DESPIERTA!

Desde mi humilde blog, que hay días que se arrastra al límite de las 10 visitas, me planteo la dura tarea de remover conciencias. No serán muchas, pero al menos serán todas las que pueda. Empezando por la mía.

Y como artículo inicial en esta tarea, no puedo menos que empezar con un post del gran GonzoTBA, que aunque últimamente parecía missing in action, ha vuelto con uno de los mejores artículos que he leído en mucho tiempo. Aunque lo cierto es que los mejores artículos que he leído últimamente son suyos (excepto éste).

Podremos no estar de acuerdo en todo, pero intenten terminar de leer el artículo de GonzoTBA sin tragar saliva y díganme si lo han conseguido.

***


Naciste hace ya mucho tiempo en una familia relativamente acomodada. Aunque alguna vez te pudo parecer lo contrario, en realidad nunca te faltó de nada. Eres de los que cuando empiezan a comer piensan que tienen hambre, pero lo cierto es que el hambre es una sensación que no has conocido jamás. Y no es la única.

Tu infancia fue relativamente feliz, más que la de la mayoría de tus amigos. Recuerdas los veranos de tu niñez con especial calidez, inmerso en la vida, sin pensar en nada más que en qué sería lo siguiente que ibas a hacer. No te has dado cuenta hasta ahora, pero desde que dejaste la niñez no has hecho sino intentar recuperar esa sensación de sencillamente vivir, ajeno a todas las preocupaciones, uno con el mundo.

Cuando terminó la niñez las cosas empezaron a complicarse. Aparecieron los primeros complejos, y con ellos las primeras frustraciones. Quizá fuera al revés. Fue en esta época cuando nacieron y arraigaron todas las malas hierbas que todavía no has sido capaz de arrancar. Trabajas en ello afanosamente, pero la tarea no parece tener un final. Desde esa época siempre has sido demasiado bajo o demasiado alto, demasiado delgado o demasiado gordo, demasiado listo o demasiado tonto. Siempre has sido demasiado algo.

A pesar de que crees haber acabado con la mayoría de tus complejos, sigues siendo una persona frustrada. Lo peor es que no sabes por qué. Eres inteligente, eres capaz, la gente puede confiar en ti. Sobre todo eres determinado. Cuando se te mete algo entre ceja y ceja te entregas con una pasión desenfrenada, como si ese algo fuera la solución a todos tus problemas, la clave de tu existencia. Sin embargo, al cabo de un tiempo, pasado el chute inicial, la pasión se disipa y te encuentras de nuevo en el mismo lugar, las manos vacías, la mirada perdida y una sensación de desánimo de la que sólo te conseguirás librar cuando encuentres el próximo chute. Y hasta entonces lo que haces es salir a dar vueltas por tu mundo interior preguntándole a la vida qué te puede vender ahora. La vida siempre te termina vendiendo algo, pero cada vez es más caro y de peor calidad. Y te está dejando hecho una mierda.

Te cuesta dormir. Joder, eso sobre todo. Pasas tantas horas en la cama como puedes pero te encuentras siempre agotado. Es una extraña sensación. Si lo piensas, no puedes recordar cuándo fue la última vez que te levantaste verdaderamente entero. Cuando te acuestas por las noches tu mente empieza a traerte imágenes. Son cosas que te gustaría hacer pero no puedes, o cosas que has hecho mal y que ahora tu cabeza trae de vuelta para que sepas lo poco que vales. El tiempo pasa y la función se acelera y al final hace el ruido de una locomotora. Cuando te consigues dormir no es porque tu cuerpo esté cansado, sino porque llega un momento en que el zumbido de tu mente es insoportable que terminas por perder la consciencia de puro agotamiento. Horas después, suena la alarma y te preguntas por qué tienes que levantarte y si lo que vas a hacer hoy de verdad tiene algún sentido. La respuesta te instala una desagradable presión en la boca del estómago, esa misma presión que estás sintiendo mientras lees esto.

Durante el día haces lo que podrías llamar tus obligaciones. Quizá estudias, quizá trabajas. No sabes muy bien por qué lo haces. En realidad no puedes decir que te apasione. Pasas la mayor parte de tu tiempo así porque no crees que tengas una alternativa, pero si pudieras elegir estarías en cualquier otra parte. De hecho, ya estás en otra parte. Te cuesta horrores concentrarte en lo que se supone que tienes que hacer. A los pocos segundos tu mente se encuentra en otro lugar, pensando y haciendo otras cosas. Tu cuerpo y tu espíritu pasan la mayor parte del día separados, y algo te dice que no debería ser así. Pero es tan difícil salir de donde estás. Miras a tu alrededor y te consuelas. Casi nadie tiene pinta de estar contento, así que por lo menos no estás solo. De hecho, a tu alrededor todo el mundo está bastante más jodido que tú, y este mísero pensamiento es lo único que alegra tu amarga existencia.

Eres una persona inteligente. Quizá no la más inteligente de tu entorno pero sí en un lugar destacado. A veces tienes tus momentos brillantes, y te gusta. Pero te has dado cuenta de que en cuanto asomas un poco la cabeza te llevas un martillazo, y es una sensación tan desagradable que has optado por adaptarte a la mediocridad que te rodea. La aceptación es una sensación reconfortante, pero sabes que estás desperdiciando tu potencial y ese pensamiento te come por dentro. En el fondo tampoco lo has hecho tan mal. Siempre tomaste las decisiones acertadas y, cuando no lo hiciste, el destino fue benévolo contigo. Podrías incluso decir que vives en el mejor de los mundos posibles. Hay que joderse.

Al llegar a casa lo único que te apetece hacer es rellenar sudokus, o jugar a la consola, o leer libros. O ver la tele, sí. Vivir la vida de los demás, ver a otros haciendo todo lo que a ti te gustaría pero no puedes. Sería perfecto si no fuera por la desagradable sensación que el diccionario define como envidia. En cualquier caso, cualquier cosa es mejor que tener que estar contigo mismo. Mejor eso que tener que escucharte.

Ni siquiera puedes estar contigo mismo.

Y así pasan los días. No sabes muy bien adónde vas, y por eso sencillamente te dejas llevar. No tomas decisiones. No sabes si tienes miedo o si simplemente no crees que valga la pena. Después de todo, el futuro ya está hecho: te casarás, tendrás hijos, trabajarás para alguien hasta los 70 años y pagarás tu hipoteca como todo el mundo. Luego te jubilarás para darte cuenta de que te has perdido lo mejor de la vida, y más tarde, amargado, te limitarás a esperar una muerte que te inspira un miedo terrible. A lo mejor por eso te gustaría quedarte en la cama todas las mañanas, porque no hay ningún lugar adonde ir, porque el futuro ya está hecho.

Y mientras piensas en todo esto la vida te pasa por encima. No tienes ilusiones, no tienes ganas de nada, sólo das tumbos como el canto rodado que baja rebotando por el lecho del río esperando un día llegar al mar y que dejen de darle por culo. Hasta entonces tendrás que vivir con esa sensación en el fondo de tu alma de que hay algo más, de que mereces más, de que quieres más, de que esta vida tiene truco y que nadie sabe cómo funciona. O lo que es peor: que hay alguien que lo sabe y no lo va a contar.

Y por todo esto, porque en el fondo te conoces muy bien, sabes que cuando termines de leer estas líneas te quedarás con un inmenso vacío y la cara de tonto de los domingos. Y eso jode.

Aunque en esta ocasión, quizá por primera vez, sentirás un regusto de ilusión, una agradable sensación de comunión con todo lo que te rodea. Saboréalo porque, a menos que hoy hagas algo, será la última vez que te sientas vivo.


Fuente

martes, 11 de marzo de 2008

Hasta la POLLA...

...estoy.


Sigan sintonizados, que esto promete un post destroyer...

PD: Por cierto, el amigo de la foto parece mejicano por la botellita de Doble Equis...

sábado, 1 de marzo de 2008

Mi Fe (parte V y última)

Cuando uno se va haciendo mayor se da cuenta de que el valor de la razón no consiste tanto en responder viejas preguntas como en plantear preguntas nuevas.

Efectivamente, la verdad es algo tan subjetivo que cambia drásticamente dependiendo del prisma con el que se mire: lo que parecía claro en un principio puede parecer oscuro con los años, las compañías o los nuevos sistemas de valores que nos regalan los tiempos.

Por eso lo importante no son las respuestas. Lo importante es hacerse las preguntas.

Y una de las preguntas más importantes que puede hacerse una persona es ésta: ¿tengo fe? ¿Cuánta y por qué?

Es increíble que una palabra con tan solo dos letras pueda hacer correr tantos ríos de sangre y tinta. Guerras de religión, inquisición, marxismo, procesos masivos de conversión.

¿Y todo por qué?

Si somos benévolos y bienpensantes, por intentar dotar de un sentido al mundo. Unos a través de la caridad y la sumisión a un Dios que es Amor; otros intentando quemar todo símbolo de esa sumisión y de ese Amor opiáceo, supliéndolo en su lugar con valores artificiales de comunidad y bien común. Sustituir un ídolo de piedra por otro o renovar un cuchillo ritual por otro, pero siendo las víctimas las mismas de siempre.

Pero al final, si conseguimos apartar la vista de todo lo que rodea a la fe y la posamos sobre lo verdaderamente importante, nos queda un desnudo sentimiento de una persona hacia su Dios. De aceptación, o de rechazo. No hay más. Todo el universo que cabe encerrado entre las percepciones solipsistas de una persona puede derrumbarse cual castillo de naipes al más leve soplido de la Duda. Una vida dedicada a Dios puede cambiar de signo radicalmente ante el azar de una tragedia. Y viceversa: una vida de nihilismo salvaje y visceral puede tornarse hacia Dios a causa de un milagro o una casualidad.

Por eso la fe es tan importante. Por eso la fe se utiliza como arma de destrucción masiva. Por eso me desnudo emocionalmente y me pregunto, en este mismo momento (las 17:43 del viernes 22 de febrero de 2008) y en este mismo lugar (por desgracia, las oficinas de Neo Metrics) por qué diablos soy ateo.

Y por decepcionante que pueda parecer, tras la larga introducción que habéis leído hasta aquí, la respuesta es bastante simple: soy ateo a causa de la navaja de Occam. Por desgracia no soy demasiado original, y mi respuesta es la misma que Jodie Foster da a William Fichtner en "Contact" ante la misma pregunta. El concepto de la navaja de Occam es el siguiente: «en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta». El postulado es Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem, o «No ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias».

Y es que según mi punto de vista, no tendría que ser el ateo el que dé pruebas de la inexistencia de Dios, sino el creyente de lo contrario. Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, y cuando en un mundo vulgar y violento como éste en el que vivimos y morimos alguien afirma que existe una entidad suprahumana que vela por nosotros y nos promete un paraíso tras nuestra muerte, es dicha persona quien tiene que probar de forma extraordinaria lo que dice.

Llegados a este punto la fe se convierte en la pescadilla que se come su propia cola. Porque la fe precisamente supone creer algo de lo que no hay pruebas, y esa frase va en contra de todo lo que el progreso científico ha enseñado al hombre en los últimos miles de años.

El método científico se basa en aceptar una teoría mientras sea de utilidad para explicar fenómenos y no haya ningún contraejemplo que la demuestre o una teoría nueva que la supere. Ese método ha demostrado su eficacia durante cientos de lustros. ¿Cómo se puede renunciar a él alegremente, dando un salto a la irracionalidad y a la ignorancia? Ignorancia, porque se aceptan sin ninguna reserva los escritos que hablan de Dios, precisamente porque dichos autores se suponen inspirados por Él. La inspiración divina de los autores es lo que hace infalibles esos escritos teológicos. Otra vez la serpiente Uróboros devorándose a sí misma en un círculo sin fin.

Resulta, pues, razonable, pensar que una mente cultivada en y desde la ciencia no puede aceptar de ningún modo la creencia en un Dios que no da ninguna prueba de su existencia, y que salva a la gente en función de un atributo (la Gracia) que Él mismo se ha encargado de dotar. Una mente cultivada en el método científico desconfiaría de una religión que impone unas creencias a las personas desde su mismo nacimiento a través del sacramento del bautismo, sin opción a dejarla elegir. Una mente cultivada en la praxis científica vería con recelo a una Iglesia que no sólo dicta valores morales para sus acólitos, sino que pretende también hacerlos extensibles al resto de la sociedad, saltándose el principio de laicismo y de libertad de culto que rige nuestro país e intentando suprimir los derechos adquiridos (discutibles o no, pero adquiridos) como pueden ser la interrupción del embarazo, el matrimonio entre homosexuales y el testamento vital.

La vida es tremendamente corta. Los últimos análisis que me he hecho indican una tendencia peligrosa hacia la hipertensión. No me gustaría morir con cuarenta años de un ataque al corazón y no haber podido realizarme como persona porque un supuesto Dios invisible me prohibe desde hace dos mil años expresarme como a mí me da la gana. No me gustaría tener que renunciar a la persona a la que más he querido porque no encaja con mi futuro de vida, un futuro encorsetado y constreñido a la adoración de un Dios que lleva unos cuantos sospechosos miles de años sin dejarse caer por la Tierra. No, definitivamente no me molaría nada abandonar este mundo y que la gente a la que le he importado sonría pensando en mi viaje al más allá en lugar de llorarme. Quiero que me lloren. Quiero llorar. Quiero vivir. Quiero creer que hay cosas injustas, no quiero creer en los inexcrutables caminos del Todopoderoso. Son inexcrutables porque son una putada, porque no hay justicia cósmica, por más que nos joda admitirlo. Quiero arreglar mis problemas arremangándome la camisa y mojándome. No quiero quedarme paralizado y rezarle a un Dios para que arregle mi vida, no pienso delegar en Él. Quiero equivocarme, quiero estrrellarme contra el suelo y quiero levantarme todas y cada una de esas veces. Quiero amar hasta que duela.

Por todas esas razones no creo en Dios: tengo la fortuna o la desgracia de haber sido educado en un ambiente de libertades, en una cultura de pragmatismo científico. Tengo miedo a la muerte, sí, pero eso no me paraliza hasta el punto de someterme a entidades sobrenaturales que prometen la vida eterna. La experiencia se alcanza a través de los errores; cuando los cometa, intentaré superarme de la mejor manera posible y expiarlos de la forma más justa posible. A veces estoy solo, lo cual es inevitable, pero eso me proporciona espacios para educarme y crecer como persona. Y siempre que no quiera estar solo sé que puedo contar con los demás. Mi vida no está vacía porque está llena de amigos, de gente que me quiere y de gente a la que quiero.

No creo en Dios porque, aunque no he encontrado el sentido de la vida, sí que he encontrado, al menos, un motivo por el que merece la pena ser vivida. Si leísteis mi artículo sobre la charla de Nando Parrado, sabréis a lo que me refiero.