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domingo, 24 de marzo de 2013

Vocación

El día 3 de febrero de 2013 mi amiga Ana Rus García Cabrera entraba por la puerta del convento de Clarisas de Soria para, tal vez, no volver a pisar la calle nunca más.

Hechos como éste dan pie para muchas reflexiones. Reflexiones airadas, reflexiones profundas, reflexiones respetuosas o reflexiones introspectivas.

La historia de la fe de Ana Rus es sencilla: nacida en el seno de una familia poco creyente, se movió en su infancia cerca del círculo de las monjas del pueblo, pero poco a poco el peso de su familia consiguió que Ana Rus diese la espalda a su "vocación" y la dirigiese a su casa primero, a su grupo de amigos después y, fnalmente, a Madrid, a la facultad y al grupo de Mates. Allí fue, en una carrera teórica-científica, donde curiosamente volvió a planteársele el tema de Dios y la religión: varias de sus mejores amigas eran profundamente católicas (una de las cuales es precisamente el nexo que me une con Ana Rus). A través de ellas conocería Cursillos de Cristiandad (movimiento del que ya he hablado en un post anterior), y finalmente, a través de algunos amigos comenzarían sus veranos de flirteo con el Señor en Medjugore, una especie de Lourdes o Fátima (aún no reconocido por la Iglesia, entre otras razones, presumo, porque aún hay gente viva que diariamente tiene visiones de la Virgen).

En 2011 Ana Rus se hipotecó con un piso. En 2012 llegó la peor parte de la crisis y Ana Rus se quedó sin trabajo. No fueron necesarias más señales. Tras muchos años de dudas, Ana se decidió por fin a dar el paso que había ido postergando durante tanto tiempo, y un frío domingo de febrero entraba a la que va a ser su casa durante el resto de su vida.

Sin duda cabe analizar muchos aspectos de esta decisión y de este acto de fe. Porque cual Indy en "La última cruzada", Ana Rus ha dado un paso adelante sin saber si lo que hay es una escondida senda o un precipicio insondable. Y ha dado ese paso porque cree estar convencida de su vocación.

Vocación. Misión. Palabras cargadas de significado pero sobre las que reflexionamos muy poco. Mi hermano diría que la pregunta más importante que puedes hacerte en esta vida es "¿para qué?". ¿Para qué estamos aquí? ¿Para qué pasa lo que pasa? ¿Son simples casualidades? ¿Son simples "causalidades"? ¿O acaso, más allá de cualquier intento racional de apelar a la física mecanicista newtoniana o a la física cuántica, existe una razón más profunda, más escondida, por la que las cosas suceden como suceden? ¿Para qué está el hombre aquí, para qué ha evolucionado, para qué estoy yo HOY aquí, escribiendo lo que escribo, o tú, leyendo lo que lees? ¿Es por puro divertimento? ¿Acaso existe algo más que el hedonismo, si no hubiese una razón última? ¿O acaso existe esa razón última, llamémosla como queramos, y es por ese "algo" por el que creemos que nuestra vida merece ser vivida en el amor y no nos conformamos con el hedonismo y el placer (o al menos, no en todo momento)?

La vocación es el saber para qué estás aquí, caminando en este planeta en este momento. Las personas nacemos dos veces; la primera vez es cuando salimos del útero de nuestra madre. La segunda, cuando descubrimos para qué.

Ana Rus ya lo ha descubierto, y aunque no lo comprenda (¡no necesito comprenderlo!), le doy mi enhorabuena por haber nacido por segunda vez. En su caso, esta segunda vida (misteriosa, instrospectiva y generosa) solo le corresponde a ella vivirla.

En su particular libro de aventuras, es un camino cuyo final debe recorrer sola.

Te quiero, Ana Rus.