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jueves, 28 de diciembre de 2017

Star Wars VIII: El fin de la infancia

Fluyo. No me dejo arrastrar por la ira. Respiro. Mi diafragma se expande y se contrae. Me concentro en eso, y dreno todas mis emociones.

Acabo de salir del cine, tras ver lo que viene a llamarse "Star Wars, episodio VIII". Y parafraseando a Luke Skywalker, ninguna de esas palabras es cierta. No es Star Wars: desde luego no es la Guerra de las Galaxias con la que mi generación se crió. Y tampoco es el episodio VIII. De nuevo han vuelto a hacer la misma jugada de actualizar el episodio equivalente de la saga original... me estoy refiriendo, claro, a El imperio contraataca.

Las sensaciones que me embargan son, en definitiva, de total decepción, y de un "final de la infancia". La Guerra de las Galaxias, tal y como la recuerdo, ha muerto, y mi infancia murió con ella. Y el cine de autor (porque sí, recordemos que aunque ahora no queramos recordarlo, George Lucas fue el co-fundador de American Zoetrope, un estudio que pretendía producir cine más vanguardista -aparte de producir las películas de Coppola y Lucas, los fundadores, también permitieron estrenar a Goddard, Kurosawa o Wim Wenders) también ha desaparecido de cualquier resquicio de esta nueva trilogía. Incluso la trilogía I, II y III de Lucas se hacen buenas en comparación con el producto manufacturado que J. J. Abrams / Rian Johnson... en definitiva, Disney, ha parido.

Voy a analizar la película de la manera más racional posible, drenando la ira y la decepción total para hacer un análisis lo más objetivo posible. Para ello recurriré a diálogos o escenas de la película, con lo que el siguiente análisis puede contener spoilers.

Argumento

Empecemos por el primer gran problema que tiene la película: el argumento. Como adelantaba al principio, los runners de esta nueva trilogía están jugando la carta de "inspirarse" en la trilogía original. Esto no tiene que ser algo malo de por sí; Dennis Villeneuve lo acaba de hacer con su secuela de "Blade Runner"... y en un autor de la talla del canadiense, la revisión es exitosa: toma temas centrales importantes de la película inspiradora y los retuerce para darles una nueva vuelta de tuerca.

Sin embargo, en el caso de los episodios VIII y V, la inspiración se transforma en una copia desdibujada de las ideas esbozadas con fuerza y madurez en la trilogía original. Centrándonos en el episodio VIII (y si seguimos mi disertación, en su correspondiente e inspirador episodio V): ¿cuáles son los temas principales de ambos episodios? En el mito psicológico del "héroe de las mil caras", ambos episodios tratan el destierro del héroe, el perfeccionamiento del entrenamiento del héroe con un maestro también desterrado, la búsqueda de las raíces y la muerte del mentor como paso previo para que el héroe se convierta, a su vez, en maestro.

Ambos episodios deberían de preparar al espectador para el episodio final, en el que el héroe alcanzará la maestría mediante el sacrificio y derrotará al villano y salvará al universo, autoimponiéndose al final como el "Señor de todas las cosas".

Un mito psicológico que podemos ver en casi todas las producciones de Hollywood, y que es casi una recete mágica que engancha perfectamente con nuestro sentido occidental de la justicia, la recompensa del esfuerzo del sueño americano, y la dualidad de la lucha del bien contra el mal.

¿Simple y trillado en ambas películas? Sí. La diferencia radica en todo lo demás.

En el episodio V todos los diálogos son perfectos; Yoda está decrépito, y aún así emana sabiduría por todos los poros de su piel. La búsqueda de las raíces tiene un desenlace terrible e inesperado en el caso del joven Luke, que casi le cuesta no solo su vida, sino también la de sus amigos. Y el destierro/huida de los rebeldes es magnífico y escueto en sus tres secuencias de batalla: sobre el planeta helado de Hoth, la huida de Solo por el campo de asteroides, y la lucha final para escapar de la Ciudad de las Nubes.

Por contraste, en el episodio VIII los diálogos son ridículos e hilarantes, destinados a un público adolescente, infantil o directamente idiota. Está claro que Luke no está a la altura de Yoda ni en sus lineas de diálogo ni en sus actos, y aunque se insinúa levemente la interesante idea de que la orden de los jedi debe desaparecer por el bien de la galaxia, no se profundiza en esta idea (ni creo que, por desgracia, se hará en el episodio final, y solamente es una linea de diálogo utilizada como excusa para hacer desaparecer a Luke de escena).

Uno de los pocos puntos a favor del episodio VII era el personaje de Rey, que recordaba a la Nausicäa de Miyazaki, y que levantaba en sus hombros toda la película; en el episodio VIII, sin embargo, Rey es impredecible y errática; la excusa argumental de la búsqueda de raíces convierte al personaje en un tentetieso que no sabe hacia donde ir, y en medio de ese desconcierto se lleva por delante la actuación de Daisy Ridley y toda la película se cae como un castillo de naipes. Y respecto a la huida de los rebeldes... con este mcguffin los guionistas han conseguido rellenar casi dos horas de las 2:38 que dura la película, a base de disparos de cañones, blasters y un montón de armas que (no podía ser de otra forma) son cada vez más potentes y "aterradoras" (sarcasmo). Solo se salva la escena inicial con los bombarderos rebeldes atacando el destructor. El resto son fuegos artificiales. Y para cerrar este capítulo, pero no por ello menos importante: ¿en serio el villano de esta trilogía va a ser el imberbe, niñato e imbécil de Kylo Ren?


 Durante un tiempo pensé ingenuamente que tal vez tras Snoke se ocultara un emperador Palpatine resucitado. Dado que esta nueva trilogía está claramente orientada a la generación "Potter", no se me antojaba descabellada una resurrección del emperador "a lo Voldemor", que al menos tendría la gracia de personificar toda la maldad de la saga en un único (y casi inmortal) personaje. Por desgracia, en esta película han dejado taxativamente claro, de un tajazo, que lal maldad también hay que rejuvenecerla, y parece que Kylo Ren va a ser esta personificación del mal (¿tal vez porque sea redimible? Permitidme que deje para otro artículo la obsesión que tienen los americanos por el pecado y el tema recurrente de la redención). No quisiera cebarme cruelmente con el personaje ni con el actor que lo encarna (Adam Driver), dado que salta a la vista lo ridículo del miscasting. Incluso creo que los guionistas se han dado cuenta y han intentado hacer de la debilidad una virtud, llenando el guión de referencias a un nieto que no está a la altura de su abuelo Vader y del consiguiente complejo de inferioridad. Si este complejo de inferioridad es en lo que se basa el conflicto de este personaje... que Dios nos pille confesados.

Guión

Sin embargo, un argumento mediocre no tiene por qué derivar en una mala película. Como hemos dicho, el episodio V no era el culmen de la originalidad (se basa en un mito psicológico muy trillado), pero sin embargo los diálogos eran perfectos, llenos de sabiduría, humor y confidencias entre personajes.

Desconozco si se trata de la traducción al castellano (sí, he visto la película doblada) pero algunas lineas de diálogo son absurdas ("no te machaques...", "casco cromado"...), intuyo que dirigidas a un público púber o infantil como el que llenaba la sala del cine.

En otras ocasiones, los diálogos son supuestamente épicos, dirigidos a epatar al espectador en un momento cumbre de lucha o drama. Con estos diálogos es con los que  más me he reído debido a su imbecilidad hueca y falsa. Si la actuación de los actores es reseñable por alguna cosa, es por recitar estas lineas sin descojonarse de risa ante las cámaras.

Interpretación

Sobre este apartado es sobre el que tengo más dudas, dado que no he tenido acceso a la película en su versión original en inglés. Sin embargo, la impresión es que en esta ocasión no se ha salvado ni el apuntador de unas actuaciones nada creíbles, tal vez porque los personajes o estaban desdibujados, o eran estereotipos con una personalidad dibujada a trazo grueso. Ni siquiera Rey ha sabido cómo encarnar al desconcertado (azotado) personaje de este episodio. No hablemos ya de Luke, Leia, Poe, Finn, Benicio del Toro, Laura Dern... o el resto de personajes de este colorido alegato multiracial que ha resultado ser esta nueva trilogía.

Podría decir que el único momento mágico ha sido la aparición del muñeco (¡sí!) de Yoda, manejado por el incombustible Frank Oz, en el que sin duda es la mejor escena y el mejor diálogo de toda la película. Tal vez solo por ese momento ha merecido la pena soportar todo lo que venía antes (y todo lo que viene después).

Conclusiones

¿Por qué?

Ésa podría ser la pregunta que todos nos hagamos cuando veamos esta trilogía. ¿Por qué el tono naif o directamente infantil de la película? ¿Por qué el villano es un imberbe? ¿Por qué hacer sostener el peso de la trilogía en personajes tan flojos y con tan poco carisma como Finn o Rey? ¿Por qué los veteranos han reducido su presencia a meros cameos o, directamente, han muerto en estos dos primeros episodios?

La respuesta es trivialmente sencilla: por dinero.

Quizá en los años 70 u 80 lo que llenaba las salas era un público más heterogéneo o culto, que acudía al cine igual que podía acudir a la ópera, al teatro o a un concierto de jazz. Sin embargo, en la actualidad los cines los llenan los adolescentes y pre-adolescentes, así como los niños pequeños con sus padres. Y es a este sector al que va dirigida la película: púberes que puedan identificarse con esa Rey, ese Finn o ese Kylo Ren; niños que puedan identificarse con ese chaval que coge la Nimbus-2000 en el último plano de la película; y por qué no incluir a algunos actores veteranos de la saga original que puedan atraer (a modo de cebo nostálgico) a los papás con niños de nuestros días.

Sí, es un hecho que en Hollywood la parte artística que tenía el cine ha muerto, y solo quedan sus restos fósiles, enterrados en carbonita, como huella en unos productos hoy manufacturados y perfectamente etiquetados y empaquetados. Y con ese arte han muerto también los sueños y la infancia de muchos de nosotros, que verdaderamente creímos aquello que nos dijeron de la libertad creativa y de que la franquicia iba a mejorar fuera de las garras del señor Lucas. Pecamos de ingenuidad, y hemos vuelto a hacerlo de nuevo con este episodio VIII.


No sé lo que pasará dentro de 2 años, pero gracias a Abrams ahora mismo no me importan un carajo el puñado de rebeldes que atraviesan el universo en el Halcón Milenario.

Y eso... eso no se lo perdonaré nunca.

jueves, 26 de octubre de 2017

Los que corren por el filo

1982. 2019. 2017. 2049.

Hace 35 años, el 21 de agosto de 1982, se estrenaba la versión cinematográfica de "Sueñan los androides con ovejas eléctricas", de Phillip K. Dick, quien había muerto cinco meses antes y no pudo tener la satisfacción de ver su obra adaptada al cine. Si es que se puede decir que "Blade Runner" es una adaptación, porque quien haya leído la novela y haya visto la película sabrá que, más allá de un leve hilo argumental (la caza de los replicantes), ambas obras tienen formas, intenciones y contenidos que las separan radicalmente.

Para empezar, la novela de Dick transcurre en 1992, mientras que el film de Scott transcurre en un Los Ángeles de 2019. El dato no es anecdótico. El director distancia al espectador más años de los que el escritor pretendía. Si para Dick el futuro tóxico esbozado en la novela estaba a la vuelta de la esquina (un par de décadas) y dentro de nosotros (el tema de la culpa es notorio en la novela del escritor de Chicago), Scott estira ese lapso temporal para provocar en el espectador aún mayor sentimiento de extrañeza, otreridad y onirismo. Esa es la clave de Blade Runner: provocar un sueño de imaginación, una vsión otros mundos (los mundos "exteriores" e "interiores") y, en última instancia, la suspensión de la incredulidad del espectador. A tal efecto contribuye el magnífico diseño de producción y de vestuarios, la banda sonora (tanto la extra-diegética de Vangelis como el diseño de sonido diegético) y las interpretaciones de los actores principales: un Harrison Ford frío como el sushi y una Sean Young hierática.

¿Y qué hay de la historia? Pues argumentalmente, poca cosa; como digo, la novela de Dick es podada notablemente en su guionización y de sus múltiples e interesantes hilos argumentales Scott se queda simplemente con el de la caza de los replicantes y prácticamente elimina los demás. No obstante, como la mayoría del mundo sabrá, existen pequeños huevos de Pascua escondidos y pensados para ser captados solamente por nuestro subconsciente: los origamis con los que Gaff va salpicando sus escenas; los sueños de Deckard; el ojo que contempla un mundo en ruinas; los animales sintéticos que van apareciendo. Unas pistas que nos hicieron soñar durante años con todas las historias que no se quisieron contar en "Blade Runner" pero que nuestra mente inconsciente y nuestros sueños sabían que estaban allí, ocultas tras un argumento premeditadamente esquelético y que dejaba el paso a un mundo visual y sonoramente onírico.

Por fin, tras 35 años soñando con la vuelta al mundo de Blade Runner, en 2017 Denis Villeneuve ha intentado hacer realidad esos sueños, enfrentándose para ello a un reto con el que que pocos directores y productores se hubieran atrevido.

Villeneuve sitúa su secuela en 2049, justo 30 años después de la primera parte. E intuyo que en parte fue así por el envejecimiento de sus actores, ya que el mundo dibujado por la cámara de Villeneuve parece el mismo que el de la película original: las calles de Los Ángeles siguen igual de atestadas de tribus urbanas, los anuncios de neón siguen flotando en los edificios (esta vez en forma de hologramas, la mayoría de contenido sexual)... y los Blade Runner siguen siendo el cuerpo de policías que se siguen encargando de despachar a los antiguos Nexus 8 (¿no vivían solamente 4 años?).

Y aunque no es exactamente el mismo mundo (se incide en el problema de la superpoblación -bonito homenaje a "Soylent Green" con el edificio de apartamentos de K, en el que la gente vive apiñada en las escaleras al igual que en el apartamente de Thorn en la película de Fleischer- y de cómo alimentar a tantos millones de personas -con criaderos de proteína), ya en los primeros minutos se puede intuir la intención homenajeadora de Villeneuve a la película original (más que a la novela de Dick). Efectivamente, el director canadiense intenta utilizar las mismas armas que Scott en Blade Runner, y logra dibujar espacios visuales de una belleza plástica apabullante, creando en nuestra imaginación mundos de bombas sucias y radiación de fondo, orfanatos de arquitectura industrial en medio de vertederos de chatarra, mansiones construidas con luz...


Cuanto más reposa en mi cabeza más evidentes son las similitude visuales y conceptuales entre ambas películas, empezando por la primera escena: el ojo de un replicante, y con la siguiente caza de un Nexos 8; el protagonista se enamora de un ser perteneciente a una (en teoría) escala inferior de humanidad, en una historia de amor fría e ¿imposible?; en ambas el blade runner realiza una investigación policial, de pista en pista, que le lleva a dar con los cabos sueltos que debe buscar; un policía duro y fanático en su fobia contra los replicantes es quien juzga al propio replicante que hace el trabajo sucio que la policía "de verdad" no quiere hacer; un magnate multimillonario y megalomaníaco que juega a ser Dios; una mansión vacía y hueca en la que resuenan los ecos del pasado y se ocultan individuos que no quieren ser encontrados; y un final de redención en el que un replicante es más humano que los humanos al sentir finalmente en su sintética piel el milagro de la Vida.


Pero no todos son homenajes, y el director de "Enemy" incorpora el gran tema principal de la película: el amor paterno-filial y la búsqueda de un origen... o de la consiguiente progenie; a la vez que consigue también escenas de autor de una belleza innegable, como el "parto" de un nuevo modelo de replicante, cayendo al suelo de una placenta sintética que parece... una simple bolsa de plástico transparente.

Todo ello con un ritmo peligrosamente pausado, en un momento en el que el cine mainstream se basa en la sucesión rápida de planos, en el que el espectador medio tiene menos de 30 años y en una cultura de apremio e inmediatez. Villeneuve corre continuamente por el filo de la navaja, manteniendo con frecuencia planos largos de 10, 15, 20 segundos, estira premeditadamente las escenas para que el espectador se sumerja en una nueva versión del distópico futuro que Scott nos dibujó. Y lo hace con éxito. Una película de 163 minutos que en ningún momento se hace pesada, y que además de homenajear la película de 1982 tiene la grandeza de retomar la historia original y de atar algunos de los (muchos) cabos que quedaron sueltos en aquella.


Como en la película de Scott, el nuevo argumento -que retoma con viejos y nuevos personajes la historia de la película original- no es impactante; tampoco pretende serlo. Es un trabajo más profundo de guión, de interpretaciones, de planos detalle, de sonidos... los que construyen la idea principal de la saga, transmitida más como sensaciones que con palabras: ¿Quiénes somos? ¿Qué nos hace humanos? ¿De dónde venimos? ¿Somos el plan de Dios? ¿O por el contrario somos dioses que creamos vida que engendra vida? ¿Cuánto vamos a vivir? ¿Nos destruirá nuestra creación? ¿Merecemos pervivir?


De hecho, el único defecto que le puedo achacar a la película es su exceso de diálogos, en una película a la que la ambigüedad y una mayor contención en las motivaciones de los personajes le hubiesen encajado mejor. Algo que ya había intentado Scott en su película pero al que la productora le obligó a añadir diálogos en off (amén del famoso happy-end que todos recordamos). Es así que probablemente lo peor de la película son los soliloquios de un Jared Leto algo sobreactuado y de un Harrison Ford al que los años le sientan cada vez peor.

No obstante sus defectos, Blade Runner 2049 es una obra de ciencia ficción sobresaliente, rara avis en nuestros días y que recupera el espíritu no solo de la película original, sino de otros clásicos de ciencia ficción que solo podían rodarse en otras épocas...

en otros mundos...