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miércoles, 28 de mayo de 2014

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jueves, 15 de mayo de 2014

El viento se levanta

Elevar un discurso elegíaco sobre la figura de Hayao Miyazaki es, a estas alturas, una redundancia solo apta para hipsters del tres al cuarto. Miyazaki es uno de los pocos directores de cine que se va a retirar por cuarta vez, así que ha logrado que en cada una de dichas ocasiones se hayan escrito análisis y repasos varios a su filmografía. 


De estos "falsos retiros" han salido al mercado diferentes estudios sobre su carrera cinematográfica y sobre el estudio donde la ha llevado mayoritariamente a cabo (Studio Ghibli). El mejor de los ensayos que he leído en español es, sin duda, 

"El mundo invisible de Hayao Miyazaki", donde su autora Laura Montero disecciona cada uno de sus trabajos con una precisión de cirujano, y ofrece una tesis llena de referencias culturales que resultan extremadamente útiles para interpretar películas donde el costumbrismo tradicional japonés influye en la comprensión misma de la obra. 

Pero por muchos estudios que se hayan hecho de su obra pasada, pocas pistas nos hacían presagiar lo que se nos iba a ofrecer en la que -vuelve a insistir Miyazaki- será su última película. 

"El viento se levanta" ("Kaze Tachinu") (atención, SPOILERS) es ni más ni menos que una especie de amarga autobiografía artística de Miyazaki, una inclinación de despedida ante su público y un telón que se cierra; un repaso en el que el autor de películas como "La Princesa Mononoke" echa la vista atrás y confiesa cómo una vida dedicada al arte llegó a canibalizar otras facetas de su vida, como la familia, los amigos y el amor. 

Aunque las críticas y valoraciones que he leído escriben que el alter ego de Miyazaki en "El viento se levanta" es el diseñador de aviones italiano Caproni, en mi opinión el verdadero alter ego de Miyazaki no es otro que el protagonista de la cinta, Jirô Horikoshi, y es desde esta óptica desde la que la película se convierte en un auténtico testamento autobiográfico.

En efecto, el mcguffin narrativo de la película (por cierto, un auto homenaje a su propia película de 1992, "Porco Rosso", y toda una obsesión personal: los aviones) es un biopic sobre el diseñador de aviones Jirô Horikoshi, quien diseñaría el caza de combate Zero, con el que Japón atacó Pearl Harbour, entrando así en la II Guerra Mundial. Este retrato recorre desde la niñez de Hirokoshi hasta que éste por fin consigue finalizar con éxito los diseños del Zero, y muestra el aprendizaje vital del personaje a la vez que hace un retrato del Japón de la época... y en esa época la foto de ese Japón imperial sale movida: Miyazaki no es en absoluto benévolo en su visión de un Japón agotado por el expansionismo militar y empobrecido por el terremoto de Kanto de 1923, pero que aún así se alía con Alemania en el éxtasis cenital de su aventura colonialista por el sudeste asiático a principios del siglo XX. Hay que recordar que en aquellos años Japón había invadido Manchuria y se había hecho con el control de Taiwán y varios archipiélagos del Pacífico.

Miyazaki retrata este expansionismo, y la alianza tripartita que permite al joven Hirokoshi viajar hasta Alemania para conocer la tecnología alemana del momento. Este viaje de aprendizaje es un reflejo de los primeros trabajos de Miyazaki como animador y localizador de fondos, en los que se tuvo que desplazar a los Alpes para trabajar las localizaciones de "Heidi", "Marco" y "Ana de las Tejas Verdes", y que le foguearon para futuros trabajos de encargo ("Arsene Lupin: El castillo de Cagliostro"), al igual que a Hirokoshi le solicitan un trabajo de encargo en el que no cree (el mecanismo de soporte del ala de uno de los prototipos de Mitsubishi para el ejército nipón). 

El genio de Hirokoshi no despuntará, sin embargo, hasta que la compañía de aviones le dé completa libertad creativa en cuanto al diseño del nuevo avión de combate (si buscamos el reflejo en la vida de Miyazaki, podemos ver la eclosión de esta libertad artística en "Nausicäa del Valle del Viento", basada en el manga homónimo del propio Miyazaki). Una genialidad que no evitará ciertos errores de principiante, como el primer caza diseñado -que se desintegra en pleno vuelo (al igual que en la filmografía de Miyazaki hay fracasos y proyectos que se quedaron literalmente en el tintero). 


Ambos genios, desde sus respectivas mesas de dibujo, delinean sus vidas en base a unos valores basados en el sacrificio de todo lo demás por mor de ese arte, esa cima creativa que, en palabras de Caproni, "solo dura unos diez años". Esa cima creativa en la que el viento de la vida se levanta, y hay que intentar vivir y explotar esa vocación artística al máximo de sus posibilidades.

Ese viento creativo y vocacional puede llegar a ser un huracán que haga volar todo lo demás por los aires. Así, aunque la película nos muestra cómo Hirokoshi conoce en una casa de reposo a Naoko, quien a la postre será el amor de su vida, la obsesión de Jirô por su trabajo hará que la relación entre ambos acabe condensándose cada día en los pocos instantes que están juntos antes de que Hirokoshi se vaya a trabajar o después de que vuelva de jornadas de trabajo maratonianas. Unas manos que se estrechan mientras Hirokoshi sigue trabajando en el tatami del dormitorio con la otra mano, es lo único que queda de ese amor. Miyazaki parece insinuar que esa mano entrelazada es suficiente. Pero, ¿lo es acaso para Naoko?


En cualquier biografía del autor de "El castillo ambulante de Howl" encontraremos alguna reseña sobre la incompetencia de éste como padre. Su propio hijo Gorö llegó a declarar que Hayao Miyazaki era "un cien como director... y un cero como padre". En "Ponyo en el acantilado" ya se puede vislumbrar una especie de sentida disculpa de Hayao Miyazaki hacia su hijo, con esas dos figuras paternales de la cinta: la del marinero ausente (padre de Sosuke) y la autoritaria y obsesionada (padre de Ponyo). 

Pero sin duda en "El viento se levanta" esa disculpa (o justificación, como se quiera ver) es más evidente aún. Hirokoshi está tan ausente que no duda en fumar dentro del dormitorio, aun cuando su mujer Naoko padece de una grave enfermedad pulmonar (y ella le invita a hacerlo). Naoko es esa mujer abnegada, sacrificada, cuyo amor hacia Hiro es tan grande que sacrifica lo poco que ambos tienen, tiempo, para que aquél pueda dedicarse en cuerpo y alma a la obsesión de su vida, el diseño de aviones, sueños que se levantan en el aire... y desaparecen. 

En Naoko se funden las dos mujeres de la vida de Hayao Miyazaki: su mujer y su madre (quien, por cierto, también padeció de tuberculosis en la vida real -como Miyazaki dibujaría en "Mi vecino Totoro"). De esta manera, siguiendo la idea anterior, esa disculpa o justificación que en "Ponyo en el acantilado" iba dirigida a su propio hijo, en esta ocasión es extrapolada y dirigida con más fuerza aún hacia su madre y su mujer. "El viento se levanta" es el "My Way" particular de Hayao Miyazaki que, en el otoño de su vida, echa la mirada atrás e intenta justificar toda una vida de la única manera en la que supo vivir: dedicado en cuerpo y alma a su trabajo y a su vocación artística. 


Una película, pues, llena de amargor, en la que los propios valores de esfuerzo y superación a través del trabajo (unos valores muy en consonancia con la cultura japonesa) son quizá puestos en entredicho por alguien que los ha grabado a fuego en su propia vida y tal vez, cuando se vislumbra el final del camino, surge una nota de arrepentimiento por el tiempo perdido. 

O no. Tal vez el autor de películas como "El viaje de Chihiro" simplemente haya intentado explicarse (¿justificarse?) a sí mismo. Los demás tal vez no puedan llegar a comprender el compromiso que un artista adquiere con su vocación artística, pero es posible que Miyazaki haya hecho un esfuerzo con "Kaze Tachinu" por intentar explicarlo. Al fin y al cabo, lo queramos o no lo queramos, llega un momento en el que todos nos tenemos que ver cara a cara con situaciones en las que tenemos que poner a prueba nuestros valores, y comprobar cuán resistentes son. Ése es el momento en el que el viento se levanta... y hay que intentar vivir. 


"Le vent se lève!... Il faut tenter de vivre!"