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viernes, 28 de septiembre de 2007

Cronocrímenes arrasa en su primer pase en Texas

2007 FANTASTIC FEST JURY AND AUDIENCE AWARD WINNERS ANNOUNCED
Awards were announced last night at the closing ceremony of the 2007 Fantastic Fest in Austin Texas. Taking top honors was Nacho Vigalondo with CRONOCRIMENES (TIMECRIMES), a world premiere screening.

http://fantasticfest.blogspot.com/2007/09/timecrimes-wins-best-picture.html


domingo, 2 de septiembre de 2007

Un poquito de Historia

Los ocho alumnos del profesor Kang tenían abiertas sus enciclopedias por la página 416. La imagen de un hongo nuclear en el espectro del infrarrojo ocupaba la mitad de la página. Debajo de ella, una leyenda escueta: “Hiroshima”.

–El ser humano, por su carácter idiosincrático, ha tenido que comprender las fuerzas de la naturaleza del peor modo posible –sus alumnos tomaban notas sobre la marcha de lo que iba diciendo–. Hasta que no se lanzó sobre Japón, nadie tenía muy claros los efectos tan devastadores que la bomba de hidrógeno podía llegar a alcanzar. Millones de muertos y quemados, recién nacidos con mutaciones monstruosas, cosechas enteras perdidas por la radiación, hambrunas terribles…

El profesor Kang se levantó de su asiento y continuó la clase de pie, paseando entre sus jóvenes pupilos.

–Es por eso que cuando el doctor Isaac Pascal inventó la máquina del tiempo por pura casualidad, en realidad no sabía nada de la estructura del tiempo y de lo fuertemente ligada que está a la estructura psicológica de la realidad. Los físicos de la época habían postulado varias teorías sobre la misma. La primera de ellas se basa en la suposición de que el tiempo es una dimensión cerrada. Es decir, cualquier persona que viaje al pasado no estará modificando su propio presente, sino que, por el contrario, la misma acción del viaje al pasado era un hecho inevitable en la historia y el intento de alteración del mismo no supone más que completar la historia tal y como realmente sucedió.

El profesor Kang miró a sus alumnos y vio que algunos bostezaban. Sonrió ligeramente y continuó.

–La segunda teoría es la del multiverso: alguien que viaje al pasado puede cambiar la historia, pero no la historia original, sino la de un nuevo universo idéntico al primero y que sólo se diferencia del original a partir del punto de ruptura que supone la llegada de la máquina del tiempo y su tripulación. Según esta teoría alguien del universo original (llamémoslo A) podría viajar al pasado y matar a su propia abuela antes de que él hubiese nacido. Pero este asesinato no provocaría la paradoja que estáis pensando, ya que según esta teoría, el primer universo se duplicaría en uno nuevo (llamémoslo B) en el que él no hubiese nacido, en efecto… pero no olvidéis que el asesino no procede del universo B, sino del universo A, así que a efectos prácticos no ha matado a su abuela, sino a una pobre desconocida de un universo ajeno al suyo.

Este comentario hizo soltar algunas carcajadas a los muchachos.

–Naturalmente sabemos que la cantidad de energía necesaria para crear un universo se sale un poquito de madre –más risas–. Así que la tercera teoría es la del tiempo completamente abierto, en la que alguien puede ir al pasado, matar a su abuela… ¿y sabéis lo que sucedería en ese único y solitario universo?

–¡Explotaría! –gritó uno de los chicos. Un coro de carcajadas apoyó su ocurrencia.

–Silencio… –dijo pacientemente el profesor Kang–. No vas tan desencaminado. ¿Me dejáis seguir con la historia del doctor Pascal? –sus pupilos asintieron y se acallaron las risas.

“Cuando Pascal estuvo seguro de que su máquina funcionaba, también supo con claridad que nadie le dejaría usarla. Sabía que era el arma más peligrosa que jamás nadie había creado, y pensó que lo mejor era que la utilizara un científico antes que un coronel. Entended esto, Pascal era un hombre brillante y desde luego no era un científico loco. Simplemente quería hacer uso del descubrimiento que acababa de hacer. También sabía que debía de hacer algunas pruebas antes de que la comunidad científica se tomase su invento en serio. Primero se limitó a hacer unos saltos temporales hacia el futuro… Primero cinco minutos, luego media hora, finalmente una semana. Todos resultaron exitosos, y Pascal era capaz de regresar luego a su tiempo con una precisión exacta. Así que, tomando todas las medidas de precaución posibles para evitar coincidir consigo mismo, Pascal decidió experimentar con los viajes hacia el pasado… Y tuvo éxito. Él también pensaba que podría provocar un desgarro del espacio–tiempo, aunque solo retrocediese cinco minutos. Pero no fue así. Abandonó el laboratorio durante media hora y se tomó un café en la sala de estar. Después bajó al laboratorio, movió un par de metros la máquina y viajó quince minutos atrás en el tiempo. Oyó el leve tintineo de una cucharilla en el piso de arriba, pero por lo demás la casa estaba tranquila. Cuando regresó a su tiempo original después de ese primer viaje al pasado, descubrió que todo estaba exactamente igual, y suspiró aliviado al comprobar que el viaje al pasado era seguro. No había dejado de existir ni nada parecido.

“Antes de dar el gran salto, decidió dar uno de cinco años: lo suficientemente lejano como para suponer una prueba de fuego, pero no tanto como para derivarse una catástrofe en caso de un fallo inesperado. Eligió una fecha en la que había estado de vacaciones y por tanto no tenía ninguna posibilidad de tropezarse con su yo del pasado. Fue un éxito rotundo. Se limitó a pasear un poco por el jardín de su casa y a regar las flores, pues recordaba que después de aquellas vacaciones la mayoría de sus plantas habían muerto. Era un riesgo calculado. Sabía que estaba cambiando el pasado, pero de una manera tan sutil que era improbable que se produjese el temido desgarro espacio–temporal. Y recordad, niños, que Pascal también barajaba la teoría de los multiversos y la del tiempo cerrado. En aquel momento no tenía nada clara la estructura de aquello con lo que estaba jugando.

El doctor Kang se aproximó a la ventana. En el horizonte unas nubes estaban encapotando rápidamente el cielo. Cuando se volvió hacia sus alumnos, vio sus caras expectantes mirando hacia él. Sintió una punzada de orgullo. Había logrado atrapar su atención.

–Cuando regresó a su propia época, estuvo un par de semanas documentándose, para intentar descubrir algún cambio en el presente, por nimio que fuese, provocado por el aparentemente nimio gesto de regar sus flores. Pero no descubrió nada. Así que, henchido de buenas intenciones, llevó a cabo el plan que había estado rumiando durante los últimos meses. Cogió una pistola de la colección de armas antiguas que su abuelo Abraham le había dejado en herencia. Notad cómo ya empiezo a hablar de abuelos –sus alumnos sonrieron–. Lo que sigue no es tan agradable. El padre de su abuelo había estado prisionero en Auswitch, donde habían muerto sus cuatro primeros hijos. ¿Recordáis que la semana pasada os hablé de la Segunda Guerra Mundial y de Hitler? –toda la clase asintió–. Cuando los soviéticos liberaron a los judíos del campo de concentración y les obligaron a abandonar el país, el bisabuelo del doctor Pascal se reencontró con su mujer en Lisboa, donde ella había permanecido durante la guerra después de haberse quedado bloqueada allí días antes de que los nazis invadieran Polonia. Y allí se habían quedado a vivir y allí tendrían un único hijo con el que intentarían superar la pérdida de sus otros vástagos muertos en Auswitch. Así que el abuelo de Pascal nunca llegó a conocer a sus hermanos.

Kang miró de refilón los cuadernos de algunos de sus alumnos. Habían anotado rápidamente algunos de los nombres que él había ido soltando: “Polonia”, “judíos”, y algún “Auswitch” mal escrito.

–No intentéis acordaros de los detalles. Sólo intentad comprended el hecho principal. Isaac Pascal empaquetó la máquina del tiempo y se embarcó hacia Holanda. Desde allí cogió un tren bala hasta Austria. Tardó una semana en documentarse y finalmente escogió un lugar a orillas del lago Constanza, que presumiblemente había permanecido igual desde el principio de los tiempos. Allí construyó un cobertizo, elevado unos centímetros del suelo, donde colocó la máquina del tiempo. Con un diccionario inglés–alemán en una mano y la pistola cargada de su abuelo en la otra, ajustó los controles de la máquina del tiempo a 1905. La máquina funcionó correctamente, y en medio de una noche lluviosa, se dirigió hacia Viena, donde un joven llamado Adolf Hitler con aspiraciones a pintor acababa de inscribirse en una escuela de arte.

Kang miró a sus alumnos. Los tenía en la palma de la mano. Respiró profundamente y continuó.

–No le fue difícil llegar a Viena. Con unas limaduras de oro compró un pasaje en el tren que lo llevaba a la capital austríaca, y antes del amanecer se había plantado en la pensión donde el joven Hitler vivía. Pascal esperó en una esquina desde la que podía ver la puerta de la calle. Había esperado muchos años, así que un par de horas no supusieron ningún esfuerzo para él. Finalmente, antes de las nueve de la mañana, Hitler salió a la calle con algunos de sus lienzos, para dirigirse a la escuela de arte. Pascal sacó lentamente la pistola de su bolsillo y cruzó la calle, al encuentro de Hitler.

El profesor Kang hizo aquí una pausa un tanto teatral, para deleitarse en el efecto que sus palabras estaban ejerciendo sobre los chicos. Miró un momento a la ventana y vio cómo la tormenta estaba a punto de alcanzar la pequeña escuela.

–Nosotros sabemos lo que pasó, porque nuestros físicos conocen a la perfección la estructura del espacio–tiempo. Sabemos lo enraizada que está la coordenada temporal con la flecha psicológica y la estructura de la realidad. Pero el ser humano del siglo XXI, como dije al principio, desconocía los efectos de sus acciones sobre el tejido espacio–temporal. Y Pascal tampoco sabía que su abuelo sólo había nacido debido a la muerte de sus hermanos mayores en el campo de concentración de Auswitch. El bisabuelo de Pascal tenía casi sesenta años cuando tuvo a su quinto hijo, su mujer cincuenta, y fue únicamente la pena por la muerte de sus primogénitos lo que les hizo decidirse a tener otro niño.

“No sé si comprendéis lo que quiero decir. En el instante en el que Pascal apretó el gatillo y la bala atravesó el cerebro de Hitler, el científico dejó de tener un futuro, y ese futuro en el que inventaba una máquina del tiempo y volvía al pasado dejó de existir. Pero si no inventaba la máquina del tiempo, Hitler volvería a conquistar Europa y su abuelo Abraham volvería a nacer, y él volvería a inventar la máquina del tiempo. Se produjo una paradoja temporal que el universo solo pudo deshacer de una forma: destruyendo el tiempo. El espacio–tiempo se redujo a tres dimensiones espaciales, y el Sistema Solar se colapsó en un parpadeo. Toda la zona de influencia del ser humano sufrió la misma suerte.

Uno de sus alumnos levantó un tentáculo y preguntó, temeroso:

–¿Nosotros estamos fuera de esa zona de influencia?

El profesor Kang iba a contestar que los científicos rigelianos estaban mayoritariamente de acuerdo en que el ser humano era tan beligerante que hubiese acabado destruyéndose a corto plazo si la máquina del tiempo no hubiese provocado el colapso literal de su civilización, cuando un estruendo le hizo volver la cabeza hacia la ventana. Los muchachos sacaron los pseudópodos de sus pupitres y se arremolinaron en torno a la ventana. Lo que había parecido una capa de nubes se veía ahora claramente como una onda de choque que estaba a punto de golpearlos. En un último pensamiento consciente, sugestionado por su propia historia, el profesor Kang se preguntó si, después de todo, la minoría de voces que sugería que la zona de influencia del ser humano podría extenderse a todo el universo, tendrían razón. Kang vio cómo sus alumnos se apartaban aterrorizados de la ventana y cómo una de las enciclopedias galácticas, abierta por la lección que hablaba del extinto ser humano, caía de uno de los pupitres y quedaba congelada en el aire, en el mismo momento en el que la onda de choque alcanzaba la escuela.


* * *



Todo esto, esta secuencia de la escuela que le estoy mostrando a usted, lo vimos por primera vez con nuestro cronoscopio cinco mil años atrás, y sabemos que la onda de choque ya ha destruido 70.000 millones de estrellas de la Vía Láctea. Aunque en este tiempo nos hemos trasladado a la nube de Magallanes, tememos que la potencial influencia del ser humano nos alcance.

Y a usted también, amigo mío.

Esté seguro de ello.

Sólo nos quedaba una carta por jugar: volver al pasado y matar a nuestro propio espía para evitar que entregue los planos de la máquina del tiempo a Isaac Pascal. Es lo que planteé hoy en el Comité.

Oh, realmente ya no importa que se lo cuente. Écheme otro trago más… Gracias.

Habíamos visto el futuro y que los rigelianos cruzarían la galaxia de un lado a otro sólo para aplastarnos. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?

Al final resulta que quien nos ha vencido a todos es el ser humano. No, estoy seguro de que no los conoces. Compréndame, todo esto lo hicimos hace cinco mil años, y este éxodo no es más el precio que estamos pagando por lo que hicimos entonces.
Nos sentíamos dioses… unos dioses amenazados por los malditos rigelianos y su ansia de evangelización. Nuestros físicos eran superiores. Comprendíamos perfectamente el entramado del espacio–tiempo y los peligros que conllevaba su manipulación. Entendimos de inmediato que la máquina del tiempo era un arma, el arma más poderosa que nadie había imaginado jamás… capaz de colapsar una parte del universo con una mínima cantidad de energía… La energía necesaria para transportar a alguien al pasado y provocar una paradoja que colapsara el continuum espacio–tiempo.

Sí… hasta arriba, por favor. Eso es…

Éramos dioses, comprendíamos la naturaleza del universo como ninguna otra raza. Solamente tuvimos un error: subestimamos al maldito ser humano. Sí, habíamos visto que lograrían llegar a Rigel en sus cochambrosas naves espaciales, y que los rigelianos, que carecían de la máquina del tiempo, acabarían con ellos antes de que supusieran una amenaza. Pero al utilizar la zona de influencia del ser humano para colapsar el espacio–tiempo de Rigel, abrimos la posibilidad al ser humano de expandirse hasta nosotros. Sin rigelianos que se interpusieran, el ser humano tendría varios miles de años para alcanzar la tecnología suficiente que les permitiría llegar hasta el otro extremo de la galaxia… Exacto, donde vivíamos nosotros. No lo previmos. Entiéndalo bien: el ser humano no existe, pero la influencia potencial de una raza muerta pende como una espada sobre nuestras cabezas; la propia destrucción del hombre ha sido el arma empleada para su expansión post–mortem. Y si lo miras desde una perspectiva serena, es casi lógico. Un final ideal para un universo de locos. La mano muerta de una raza que ya no existe avanza ahora sin obstáculos hacia nosotros.

Bien, amigo, creo que me voy a ir a mi casa… ¿qué dice? ¿La máquina del tiempo? Hace una hora me he enterado, allá en el Comité, de que la destruimos junto con todos los planos después de enviar a nuestro agente a la Tierra. Ya sabe, para evitar paradojas en nuestro propio planeta. Pero no se preocupe. Dentro de poco… maldito reloj, no acierto a ver la hora… dentro de poco, como decía, tendremos todo el tiempo del mundo.


D4v1d 4r14s Fr4nc0, 28 de marzo de 2005

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Death Proof

Anoche fui a los cines de la Vaguada a ver Death Proof con Alberto y Ana. Voy a dar apenas cuatro pinceladas.

Lo mejor que se puede decir de Death Proof ("A prueba de muerte") es que es una película bastante divertida. Tiene 4 ó 5 momentos hilarantes de humor negro, y sólo por eso ya merecería la pena ir a verla.

La banda sonora no defrauda, como es costumbre en Tarantino, aunque creo que no hay ningún tema que destaque sobre los demás, y que se vaya a hacer famoso.

En esta película Tarantino empieza a utilizarse a sí mismo como referencia. Aunque es una obviedad a estas alturas decir que Tarantino es la batidora de la cultura pulp americana, en Death Proof utiliza recursos y referencias auténticamente suyas.

También es destacable el hecho de que la película está muy próxima a Kill Bill en varios frentes. Por un lado, en el elenco de actrices femeninas que protagonizan la cinta, y que son las que llevan la voz cantante. El antagonista es masculino en ambas cintas, y en ambas películas apenas aparece excepto cuando debe interactuar con las mujeres. Mujeres fuertes en las dos películas, que persiguen al hombre para cumplir una venganza.


Los diálogos siempre han sido marca de la casa, aunque tengo que decir que en las dos últimas películas los diálogos de Tarantino me están empezando a aburrir un poco. Efectivamente, tanto en Kill Bill (sobre todo en el volumen II) como en Death Proof hay un enorme porcentaje de cinta que parece estar "rellenado" con diálogos que, si bien van perfilando la psicología de los personajes, también dilatan en exceso la espera de lo que todo fan de Tarantino espera: ostias y macarradas a diestro y siniestro entre personas duras que se mueven en un mundo cínico y mortal.

Como es sabido, Tarantino ha querido dar un look de años 70 a la cinta, añadiendo ruido y suciedad al aspecto del celuloide, imitando el desgaste que sufrían las cintas pulp en aquellas míticas sesiones dobles. Incluso los créditos iniciales imitan esta estética, algo que también la une a Kill Bill, así como algunos planos, movimientos de cámara, utilización del blanco y negro y del zoom. El propio Tarantino firma la fotografía de Death Proof.

Pero sin duda lo que uno más recuerda de la película es la aparición de Zoë Bell, la que fuese doble de Uma Thurman en Kill Bill, haciendo de sí misma. Todo un acierto, ya que para combatir a Kurt Russell (un stuntman venido a menos), ¿quién mejor que la verdadera stuntwoman de La Novia?

Y, por supuesto, el resto de mujeres. Tarantino no se corta un pelo a la hora de mostrar la voluptuosidad de Rosario Dawson, Vanessa Ferlito o Sydney Poitier. Cosa que el espectador masculino heterosexual agradece en grado sumo.

En resumen, Death Proof no pasa de ser un divertimento de Tarantino. Que nadie se espere un Pulp Fiction. Y si tuviésemos que guiarnos por sus dos últimas películas (Kill Bill y Death Proof), parecería que la senda por la que pueden ir sus próximos proyectos está clara. Pero si algo tiene Tarantino es su capacidad de sorpresa, de manera que sus seguidores debemos continuar soñando con sus próximos arrebatos de locura.