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domingo, 22 de enero de 2006

La Diosa de la voz rasgada

Bonnie Tyler, ¿quién si no?

El viernes decidí ir a hacerme socio de la biblioteca municipal de la Vaguada, aquí en Madrid. Dejando a un lado el hecho de que la entrada parece Sarajevo en sus buenos viejos tiempos, de que el tío del mostrador era, como mínimo, del proyecto "Hombre", y de que los libros están mal organizados (la narrativa ni siquiera la diferencian por idioma), la biblioteca en sí no está demasiado mal. Después de observar que siguen sin tener nada de Heinlein, y que los libros de fotografía digital eran un saco de mierda, decidí pasarme por la sección de historia y aunque dudé en coger el tocho de la revolución rusa, al final me decanté por "El Tercer Reich: una nueva historia". Aún no lo he empezado, ya os contaré.

Después de coger el Dirigido de marzo en el que dedican el dossier al chambara (cine de espadas/samurais), me dirigí a la zona multimedia y mis ojos se encontraron con el "Heart Strings" de Bonnie Tyler, un disco del 2003. Me armé de valor y lo cogí.

En este punto debo decir algo sobre mi relación con Bonnie Tyler. Me quedé tan sobrecogido cuando escuché el "Greatest Hits", que durante mucho tiempo he tenido miedo de coger nada más de ella, por temor a que me decepcionase.

Pero este "Heart Strings", al menos, no lo hace. Es un disco de versiones de canciones de Springsteen, Police, U2, etc, cantadas por una de las voces más emocionantes del siglo XX. Con una mezcla de rock sinfónico y balada romántica, la cantante galesa nos recuerda en cada tono que fue y es una de las mejores vocalistas femeninas del rock.

Por lo menos, y hasta que me atreva a escuchar otro disco suyo, seguiré perdidamente enamorado de Bonnie Tyler, de su voz, y de los sentimientos que sus canciones desatan en mí. Sentimientos de un amor que pudo ser y que se malogró; de un amor que será. Quizá.

En la incertidumbre reside la belleza del milagro.