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domingo, 21 de marzo de 2021

Una aventura de adopción: Capítulo 5 - La valoración psicosocial en AN

Entendimos enseguida que nuestro perfil y nuestra disponibilidad había hecho que, seguramente, el equipo de Adopción Internacional (AI) comentara nuestro caso con el equipo de Adopción Nacional (AN). Al fin y al cabo son compañeras que trabajan en la misma sección del mismo edificio y se ven la cara todos los días. 

¿Qué vieron exactamente en nuestro perfil? Creo que eso nunca lo sabremos. Pero sin duda hubo un "algo" que elevó nuestro expediente de la pila de Adopción Nacional hacia una zona superior. 

En AN los tiempos y el proceso de valoración psicosocial difieren en aspectos importantes de la valoración en AI. Las diferencias más significativas son las siguientes:

  1. En AI la valoración de las familias se hace por estricto orden cronológico de expediente. En AN, sin embargo, la acumulación de expedientes hace que solo se revise en orden cronológico la disponibilidad; la valoración de las familias queda supeditada a que dicha disponibilidad tenga un posible encaje con un caso particular. Si no existe un posible encaje, el equipo de AN no se molesta en realizar una valoración. 
  2. En AI la valoración se realiza para el país seleccionado: los requisitos de idoneidad no son los mismos para un niño ruso que para un niño indio. Por poner un ejemplo, algunos países no admiten la monoparentalidad, y no hablemos ya de un matrimonio homosexual. En AN, por el contrario, la valoración se realiza para el caso del niño en cuestión; se seleccionan tres o cuatro posibles familias adoptantes que cumplan los requisitos de disponibilidad que requiere el caso, algunas ya valoradas de procesos anteriores y otras pendientes de valorar, y se realiza la valoración de estas últimas.
  3. En el caso de AN, obviamente, no hay ECAIs, y todo el proceso, de principio a fin, lo realiza Servicios Sociales. 

A esas diferencias hay que sumarle que, en nuestro caso, acabábamos de hacer la valoración psicosocial en AI, lo que permitía que la parte de valoración basada en las respuestas a los cuestionarios fuese reutilizable y no hubiese necesidad, por tanto, de repetir esta parte del proceso. De esa manera, la valoración psicosocial se enfocó básicamente en las entrevistas personales, con un eje más general y un eje centrado en el ofrecimiento para el cual nos valoraban, con las particularidades que éste pudiese tener.  

A pesar de habernos librado de volver a hacer los test y cuestionarios, nos equivocamos al pensar que las entrevistas personales iban a ser más livianas. Aunque los recuerdos se difuminan con el tiempo (e intentar evitar eso es precisamente el objetivo de volcar estos pensamientos en este diario), mi sensación es que las entrevistas fueron aún más exigentes, sobre todo las entrevistas con la psicóloga, que nos consumieron más de un día y robaron parte del tiempo planificado para la entrevista con la trabajadora social. 

La psicóloga de AN fue más incisiva que en AI, también porque las características de este proceso, como he comentado antes, son diferentes: en el proceso nacional la valoración se realiza para un caso con nombre, apellidos y unas circunstancias personales muy específicas. E intuimos que fue alrededor de esas circunstancias sobre las que orbitó la mayor parte de la entrevista: etnia, resolución de conflictos de pareja y familiares, y contacto con la familia biológica. 

Nuestros recuerdos de aquella entrevista es que dedicamos una gran cantidad de tiempo en explicar cómo habíamos gestionado conflictos con el niño saharaui (que llevábamos varios años acogiendo en verano), como la vez que le llamaron "moro de mierda" en la escuela de verano, o el choque cultural cuando mi mujer fue a recogerlo en su coche la primera vez que vino a España. En mi caso también tuve que hacer un ejercicio exploratorio para verbalizar cuál era mi relación con toda mi familia (cercana y extensa) y qué conflictos familiares podían existir en mi entorno. Tengo un recuerdo visual del árbol de familia que la psicóloga había pintado con nuestra historia de vida y de familia, y de cómo iba preguntando por cada una de las hojas de ese árbol, para indagar qué posibles conflictos familiares había. Nos recuerdo explicando cómo habíamos conseguido mantener una buena amistad con una ex-pareja mía, y cómo habíamos conseguido superar esa situación entre las tres partes. Por último, parte de la entrevista orbitó también alrededor de la posibilidad de mantener el contacto con parte de la familia biológica del menor (hermanos institucionalizados, por ejemplo, o familia extensa del menor).

Todas estas pistas, creemos, nos ayudaron a ubicar el caso, aunque en ningún caso se explicitaron las circunstancias personales del niño/a por el cual se nos estaba valorando. En cualquier caso, fue un examen más concienzudo si cabe que el anterior, o quizá ese recuerdo se deba a que lo que se estaba jugando en aquel cuarto era más importante que en el caso de AI, y creíamos que nuestras respuestas en este proceso eran más decisorias, si cabía, que en el proceso anterior. 

Cuando finalmente la valoración acabó, volvíamos a estar exhaustos y con una extraña mezcla de sensaciones: drenaje emocional, por un lado; y de haber acabado un examen largo y complicado para el que habíamos estado todo el verano preparándonos, por el otro. Antes de marcharnos, nos comentaron que en principio iban a proponer nuestra idoneidad con un informe positivo, y que la presentarían en la próxima Comisión de Valoración. 

Buenas sensaciones, que se amplificaron cuando por casualidad nos encontramos en el vestíbulo con la psicóloga de Internacional y nos comentó que no nos extrañara que nos hubiesen llamado tan rápido de Nacional: a ellas les había gustado primeramente mucho nuestro perfil, y además nuestra disponibilidad sí que tenía un encaje factible en AN, y por eso les habían pasado nuestro expediente y nos habían llamado tan rápido. Es más, nos vino a insinuar que nuestro expediente podía estar bastante arriba en la pila de expedientes de AN, y el encaje podía ser tan bueno, que quizá no tardásemos mucho en tener noticias. Cuando le dijimos que nos íbamos a ir de vacaciones en un mes y le preguntamos si en su opinión debíamos cancelarlas, nos dijo que no, que no las cancelásemos, pero que quizá fuese buena idea hacerse un seguro. 

Con estas sensaciones nos volvimos a casa, a la espera de la resolución de idoneidad... y de algo más, que no sabíamos si se iba a producir o no, ni cuándo. Lo cierto es que seguimos el consejo de la psicóloga de AI y buscamos un seguro de asistencia en viaje que cubría parte de los gastos de cancelación en caso de la entrega en adopción de un niño.

El resto es historia, como se suele decir. Nos fuimos a Sudáfrica a vivir nuestro último verano, y a la vuelta nos encontramos con la resolución de idoneidad favorable y con una espera que no iba a ser muy larga... 


viernes, 12 de febrero de 2021

Una aventura de adopción: Capítulo 4 - La valoración psicosocial en AI

Viernes

Al llegar a Servicios Sociales, nos recibió la psicóloga del equipo de Adopción Internacional, y tras una breve charla para romper el hielo, lo primero que hizo fue... separarnos. Nos encerró a cada uno en un despacho diferente, y estuvimos unas 5-6 horas rellenando diferentes tests y cuestionarios. Sin duda el protagonista fue el test psicológico de personalidad CUIDA. En mi caso tenía bastante experiencia en rellenar tests psicológicos gracias a diferentes entrevistas de trabajo, así que le dediqué bastante tiempo (intentando buscar la coherencia en las preguntas de cruce, etc). 

El resto de cuestionarios (test de modelos educativos, test de familia, test de pareja...) eran, sobre todo, de preguntas libres a desarrollar. Lo cierto es que me parecieron preguntas sobre las que raras veces había pensado conscientemente, así que es el subconsciente el que suele jugar sus cartas en este caso. ¿Qué puedes escribir sobre el modelo educativo que quieres para tu hijo, cuando nunca has tenido hijos? En cualquier caso, no iba a dejar que mi subconsciente tomase los mandos en unas pruebas tan importante como éstas, así que, como si fuera un examen de la Universidad, me arremangué y me explayé todo lo que pude, buscando un compromiso equilibrado entre "verdad" y "apariencia". 

Al final terminé casi una hora más tarde que mi mujer, que había sido bastante más espontánea en sus respuestas que yo... Exhaustos, nos reunimos de nuevo con la psicóloga, que nos preguntó por el país que habíamos pensado para la adopción internacional. Cuando mencionamos que nuestra idea inicial era India, pudimos oír el click mental que hizo, y nos expuso una situación que, aunque ya la intuíamos, era más complicada de lo que habíamos supuesto. Aunque India era uno de los pocos países de los que seguían llegando niños en adopción a España (los otros eran Rusia, China y Vietnam, aunque solo para Vía Verde o adopciones especiales), en la práctica los niños que estaban llegando eran de expedientes antiguos, y de las tres Entidades Colaboradoras de Adopción Iternacional (ECAI) que había en España que trabajaban con India, dos ya no admitían más solicitudes y la tercera las estaba postergando. La psicóloga, aun respetando nuestra elección, nos hizo varias sugerencias. Una de las que más nos gustó fue la de Hungría, que traía pocos niños pero la demanda en España respecto a este país también era muy escasa. 

Ese viernes no solo salimos de Servicios Sociales con la preocupación de buscar un país y una ECAI, también nos dieron otro puñado de cuestionarios de preguntas personales (relación con familia, amigos, etc) para rellenar en casa, y los deberes del fin de semana terminaban con una historia de pareja y una historia personal de cada uno de nosotros, de varias hojas, que debíamos entregar en la siguiente parte de la evaluación psicosocial (el martes). No había escrito tanto desde el examen de Filosofía de Selectividad. 

Lo que nos habían contado de India había supuesto un jarro de agua fría y no teníamos un plan "B", así que cuando llegamos a casa, y tras comer algo ligero (el estrés y la adrenalina nos había quitado el apetito), estuvimos estudiando las opciones de países que nos había sugerido la técnico de Servicios Sociales. 

Cuando vimos la página web de la única ECAI que trabajaba con Hungría aquí en España, y estuvimos viendo varios blogs de personas que habían elegido este país, nos enamoró el trato manifestado por todas las familias. También nos gustó que los niños tutelados por el estado en Hungría no vivieran institucionalizados, sino que hay un sistema de familias acogedoras profesionalizadas que evitan que el niño tenga los habituales problemas de afectividad que se suelen desencadenar cuando viven en una institución. 


Sábado y domingo

Así que cogimos el teléfono y ese mismo fin de semana llamamos a la ECAI. 

En este punto debo hacer un paréntesis para explicar lo que es una ECAI. Como su propio nombre indica, es una entidad privada sin ánimo de lucro que, en el caso de Adopción Internacional, hace de intermediaria y facilitadora entre los Servicios Sociales del país solicitante, y los Servicios Sociales del país receptor de la solicitud. Es decir, los Servicios Sociales de ambos países jamás se comunican entre sí, y todas las gestiones las derivan a través de estas entidades privadas que tienen delegaciones tanto en uno como en otro país. 

En la práctica, las ECAI son las que conocen la realidad del país y los que conocen a las personas que allí se encargan de evaluar los expedientes de las familias solicitantes; recaban la documentación que el país de destino solicita, la traduce con apostilla de la Haya, y se encargan de realizar los trámites administrativos en el país de destino. En caso de ofrecimiento, hacen también de facilitadores a los futuros padres y de nexo (y traductores) entre estos y los Servicios Sociales del país de destino. Es decir, los Servicios Sociales de origen solo realizan la valoración de idoneidad de los padres, y los Servicios Sociales de destino son los encargados de la protección de los menores desde la tutela y/o retirada de custodia hasta la decisión de qué familias son las más idóneas para cada caso. Todo lo demás lo realiza la ECAI. 

Cuando llamamos a la ECAI, nos cogió la llamada su fundadora, que nos hizo una pequeña entrevista personal. Así descubrimos que con algunas ECAI el balance de oferta y demanda cae a favor de las ECAI (no de las familias), que escogen muy cuidadosamente las familias que tendrán más probabilidades de ser seleccionadas por los Servicios Sociales del país de origen del niño. El caso de esta ECAI era precisamente ése: no seleccionaban muchas familias para evitar tener largas listas de espera (además Hungría sacaba a adopción internacional a pocos niños), pero las que eran seleccionadas solían terminar el proceso en unos dos años habitualmente. Era bastante sorprendente, porque en otros países los tiempos de espera eran mucho más largos. 


Lunes

Tras pasar la entrevista telefónica, nos citaron el lunes por la mañana en La Coruña con una trabajadora de la ECAI que nos haría una entrevista personal. Allí fuimos con nuestro libro de recuerdos y una bolsa enorme cargada de ilusiones. Nos atendió en un pequeño saloncito, y allí estuvimos hablando (nos estuvieron evaluando) un par de horas. 

La trabajadora social nos explicó que la razón por la que Hungría (país #40 en el índice de desarrollo humano del PNUD) saca a niños en adopción en modalidad internacional es un poco oscura, pero parece que tiene que ver con que la mayoría de estos niños son de origen romaní, y con que Hungría es un país con bastantes prejuicios raciales. De todas formas los niños que suelen salir en adopción internacional son mayores de 3 años... pero eso encajaba perfectamente con nuestra disponibilidad inicial. 

En resumen, podríamos decir que "caímos bien" y pasamos la entrevista, así que volvimos de Coruña en coche bastante satisfechos. Tras un viernes en el que acabamos la semana agotados y con nuestra selección inicial de país frustrada y sin ECAI, empezamos esta nueva semana reconduciendo la situación, con un nuevo país elegido y una ECAI que nos había aceptado. 


Martes

Mientras el lunes estábamos en Coruña, la psicóloga aprovechó para revisar los resultados de los tests que habíamos hecho el viernes anterior, y ese mismo martes volvimos a Servicios Sociales para continuar con la valoración psico-social. Le sorprendimos gratamente diciéndole que ya habíamos conseguido una ECAI y habíamos decidido un país. Pero apenas fue un breve momento de relajación, o un pequeño triunfo (como se quiera ver). La psicóloga enseguida centró el guión del día, que estaba enfocado en primer lugar en los resultados del test de personalidad. Y para sorpresa de todos, resultó que los resultados de mi test de personalidad eran mejores que los de mi mujer (!). 

Con los resultados de los test encima de la mesa, comenzó a realizarnos una entrevista en la que, todo lo que podía salir a relucir, afloró. El resto de ese día y del día siguiente, tanto la psicóloga como la trabajadora social, respectivamente, se dedicaron a explorar cada pieza del puzzle de nuestras vidas, intentando encontrar la más mínima fisura.  

Todos tenemos ciertas ideas preconcebidas. Respecto a los requisitos para la ideoneidad para ser padres adoptivos, la mía es que no podían ser muy estrictos, y que más o menos eran un trámite que serviría para, a lo sumo, descartar a gente con taras muy evidentes. La grata realidad, al menos en el lugar y en el momento en el que afrontamos nosotros estas valoraciones psicosociales (y especialmente las entrevistas), es que fueron realmente exhaustivas. Tanto la trabajadora social como la psicóloga fueron desgranando una a una todas las respuestas que habíamos dado en los tests, y cada punto delicado de las historias de vida, ahondando en los puntos de fricción para analizar cómo de grandes eran. 

Uno de los puntos más delicados fue el del duelo por la paternidad/maternidad biológica. En nuestro caso, y como expliqué en un artículo anterior, ese duelo era inexistente o estaba muy mermado, en tanto en cuanto no hay nada que te reubique en el aquí y en el ahora de manera tan palmaria como la conciencia de la mortalidad y el hecho de haber mirado al abismo cara a cara.  

Dos intensas jornadas de siete u ocho horas cada una, reflexionando y abriéndose en canal, siempre con la tensión de no dar una respuesta "equivocada" o la imagen de una personalidad incompatible con los requisitos que requiere una maternidad/paternidad adoptiva. Para quien no lo haya vivido, es difícil de explicar. Quizá lo más parecido pueda ser una entrevista de trabajo, con la salvedad de que en este caso la entrevista duró decenas de horas repartidas entre varios días, y fallar la entrevista implicaba renunciar, posiblemente para siempre, al deseo de la paternidad. 


Miércoles

Durante la segunda jornada de entrevistas surgió el que tal vez fuese el otro gran punto de fricción, y el mayor temor de mi mujer durante todo el proceso: la cuestión de la discapacidad como posible factor limitante para una experiencia maternal completa. La trabajadora social dejó bien claro desde el primer momento lo importante que resultaba para ella la salud de los padres en la valoración de idoneidad, y puso varios ejemplos (debo decir que discutibles, en ambos casos) en los que había tenido que rechazar la solicitud de idoneidad debido a problemas físicos o de salud. 

Me gustaría abrir otro paréntesis en este punto, relativo a toda la documentación que hay que aportar para iniciar un expediente de adopción y para la valoración psicosocial: certificado de matrimonio (en nuestra región se exige 3 años casados o de convivencia demostrable para adopciones biparentales), nóminas e historia laboral, declaración de la renta, certificado de delitos sexuales, y una valoración firmada de salud del médico de familia en riguroso papel pautado del Colegio de Médicos (sic, disponible en su estanco de confianza). 

En el caso de mi mujer, esta valoración incluía lógicamente la discapacidad reconocida pero la describía como algo no limitante ni incompatible con la crianza de un menor. No obstante, el criterio último respecto a la valoración de idoneidad es del equipo técnico de Servicios Sociales. La trabajadora social que nos entrevistó nos contó, con mucho cuajo, algunos casos en los que había terminado denunciada y teniendo que testificar en el juzgado porque su decisión técnica negativa estaba argumentada en contra de informes médicos prescritos por un médico especialista. 

A toro pasado, uno podría pensar que estas historias las estaba contando para generar nerviosismo en nosotros, o bien para dejar muy claro que iba a imponer su criterio técnico independientemente de lo que los informes médicos pusiesen por escrito. En cualquiera de los dos casos, lo cierto es que no resultaba muy tranquilizador. 

Tras esta última jornada de entrevistas, y a pesar de que teníamos la sensación de que la cosa iba bien, lo cierto es quedaba todo en el aire, a expensas de la visita a domicilio que la propia trabajadora social agendó para ese mismo viernes. Afortunadamente la eliminatoria se iba a decidir en casa del equipo local. 


Jueves

Tuvimos todo el jueves para ordenar, limpiar y adaptar la casa en la medida de lo posible. Bajamos al trastero varias cajas con ropa, libros y trastos, para intentar dar espacio y adecuar la habitación del posible niño/a todo lo posible. Pero no nos limitamos a la habitación: ordenamos el baño, la cocina, el salón, nuestro propio dormitorio... Pusimos una par de plantas aromáticas en la cocina, e incluso el día de la visita hicimos un bizcocho para que la casa oliera a "hogar". Trucos sucios de vendedor barato. 


Viernes

Cuando la trabajadora social llegó a casa, todo estaba preparado, y como supusimos inspeccionó todas las habitaciones. En el baño nos contó una anécdota relacionada con libros que hizo que me pusiese a temblar, pues yo también tenía mi selección de libros en el baño para homenajear el momento de ir al trono. La habitación infantil le pareció correcta y adecuada, y cuando vio nuestros respectivos instrumentos (guitarra y piano) nos pidió que tocásemos algo (afortunadamente, también habíamos ensayado pues nos temíamos esa posibilidad). 

La ronda duró unos pocos minutos, en realidad. Cuando llegamos a la cocina, le ofrecimos un poco de bizcocho, que aceptó gustosa, y allí sentados fue cuando le comentamos un cambio en la disponibilidad que habíamos decidido. 

Ya en la entrevista del miércoles se había comentado que nuestra casa de dos habitaciones, quizá, era demasiado pequeña para dos hermanos, que era nuestra disponibilidad inicial. Mis mejores recuerdos de la infancia suceden compartiendo habitación con mis dos hermanos; sin embargo con niños de distinto sexo quizá pudiera haber algún problema durante la pubertad, aunque en teoría tendría que transcurrir bastante tiempo aún. Aún así, la falta de espacio sí que nos pareció que podía ser un problema para nosotros, los padres. Dos niños, dos gatas y nosotros en un piso de menos de 60 menos cuadrados tal vez fuese una prueba demasiado exigente para dos adultos que llevaban muchos años viviendo solos. La segunda viviendo aún era un proyecto lejano para el que quedaban muchos años. Y el alquiler de otro piso más grande nos parecía que, siendo viable, era algo que no fluía con la situación en la nos encontrábamos. 

Así que, tras rumiarlo un par de días, el día de la visita le comunicamos a la trabajadora social ese cambio en nuestra disponibilidad. Ella se mostró gratamente sorprendida, y nos confesó que dudaba de nuestra capacidad para adoptar a una pareja de hermanos... pero no por nuestra casa, sino por nuestros trabajos, demasiado exigentes según la percepción que se había llevado de nuestras explicaciones durante las entrevistas personales, y tal vez incompatibles con el nivel de trabajo que conlleva la crianza de niños adoptados. Una vez más nos hizo hincapié en que todo niño adoptado viene con una mochila (más grande o más pequeña) de la que hay que ser consciente, y que la paternidad adoptiva es mucho más exigente que la biológica. 


Coda

Con esta visita a domicilio y este último cambio de disponibilidad, que tuvimos que presentar como adenda por escrito, se cerró una semana que había sido una locura total y que había supuesto en nosotros un drenaje emocional que nos había dejado exhaustos, y se abrió un pequeño paréntesis en el que estuvimos esperando que nuestro expediente fuese llevado a Comisión para saber si finalmente habíamos sido propuestos como aptos para la Adopción Internacional en Hungría.

Tras unas pocas semanas de espera, finalmente recibimos una llamada del equipo de Adopción Internacional. ¡Éramos idóneos! Sin embargo, las buenas noticias y las sorpresas no acababan ahí. Nada más colgar la llamada, recibimos otra del equipo de Adopción Nacional: querían valorarnos... puesto que había un posible encaje con un niño, según nuestra disponibilidad manifestada. ¿Qué diablos había sucedido para que, ni cinco minutos después de que el equipo de AI nos comunicaran la idoneidad, nos llamaran desde el equipo de AN?

Continuará...

domingo, 24 de enero de 2021

Una aventura de adopción - Capítulo 3: Disponibilidad

Como comentaba en capítulos anteriores, nuestro deseo de formar una familia nos hizo abrir expediente en la doble vía de adopción: la nacional (AN) y la internacional (AI). 

Intuitivamente, uno pensaría que hay mayores posibilidades de adoptar un niño o una niña procedente de un país subdesarrollado o en vías de desarrollo, donde los niños en situación de desamparo no consiguen encontrar un hogar en su propio país. Aunque poco deseable (por el desarraigo que supone en los niños) la salida de niños hacia otros países había experimentado una explosión desde los 90 hasta alcanzar un pico en 2004, cuando se adoptaron un total de 45.000 niños en todo el mundo por esta vía. 

Intuitivamente, en un país como España, parece lógico pensar que las situaciones de desamparo son muchísimo menores, y reconducibles a una normalización en la mayoría de los casos. De hecho, en muchas CCAA la recepción de expedientes para una adopción nacional lleva casi una década paralizada, a la espera de ir dando salida y reduciendo el número de los expedientes abiertos, para evitar una acumulación geométricamente progresiva de nuevas solicitudes. De hecho, y esto es interesante, la adopción nacional es en realidad "adopción regional", puesto que los niños de una CCAA con resolución judicial de adoptabilidad van a irse, en principio, con familias residentes y que han abierto expediente en esa misma CCAA (salvo raras excepciones en las que un distanciamiento geográfico es recomendable con criterio técnico).

Justo después de la formación nos llamaron para asistir a una reunión en la que una de las técnicos del servicio de adopción nacional se encargaba de explicarnos a un grupo de familias que habíamos abierto expediente de AN recientemente lo que era la "disponibilidad". 

Dado el gran número de expedientes abiertos de familias adoptantes y el escaso número de niños/as en situación de adoptabilidad, en el servicio de AN de nuestra CCAA solo se realizan valoraciones si existe un encaje previo con algún caso. Y para poder determinar el encaje, es necesario que las familias realicen un cuestionario de disponibilidad, que consiste básicamente en decidir para qué tipo de niño/a uno se considera que está preparado como futuro padre o madre. 

Éste sin duda es uno de los retos más difíciles a los que enfrenta cualquier familia con deseos de adoptar, puesto que una mayor disponibilidad aumenta las probabilidades de encaje; y ése deseo puede ser más fuerte que la realidad de lo que uno está, en realidad, preparado para soportar.  

Entre las características de disponibilidad se pregunta un amplio abanico de características: edad, nº de hermanos a adoptar, relación con la familia biológica (otros hermanos, abuelos, tíos), etnia, enfermedades del niño (físicas o mentales), retrasos madurativos, enfermedades psicológicas u otros problemas de los padres que pudieran tener consecuencias en sus hijos (drogadicciones, etc), conocimiento de que el/la niño/a haya sido sometido a abusos sexuales o maltratos... pasando por la posibilidad de las adopciones "especiales", donde los problemas de salud del niño/a son graves (cardiopatías, síndromes de espectro autista, malformaciones, etc). 

El cuestionario de disponibilidad es, por tanto, un cuestionario de varias páginas en las que s pregunta, una a una, la disponibilidad para aceptar a un niño/a con cada una de estas características. Cada pregunta supone horas de investigación y/o consulta a algún médico (¿qué enfermedades tienen cura o están cronificadas? ¿son reversibles? ¿cuál es la probabilidad de supervivencia? ¿qué va a suponer en el día a día?)... pero sobre todo de inttrospección: ¿realmente me encuentro preparado para esto?

Una quimera, porque aunque uno se considere teóricamente preparado para algo, la realidad luego se encarga de ponerle a cada uno en su sitio. Y viceversa: a veces uno considera que "no vale" y la vida se encarga de demostrar lo contrario.

Para muestra un botón. Prestad atención a tres cosas pra las que, como insensatos, señalamos que estábamos preparados: adopción de hermanos, hasta 6 años de edad (72 meses) y con retraso madurativo reversible.   

Tras un fin de semana de reflexión, entregamos el cuestionario de disponibilidad para Adopción Nacional con una mezcla de esperanza, nerviosismo e ilución. A las pocas semanas, sin embargo, nos llamó alguien del equipo de Adopción Internacional para decir que, por estricto orden cronológico de apertura de expedioente. nos iban a valorar. 

Nos citaron un viernes a las 9:00 am en Servicios Sociales. No teníamos ni puta idea de a lo que nos enfrentábamos. 


miércoles, 20 de enero de 2021

Una aventura de adopción - Capítulo 2: Formación

Antes de que la vorágine de un repleto y cansado día a día me vuelva a tragar y a escupir de nuevo, voy a intentar aprovechar los pocos minutos de descanso que encuentre en estas últimas semanas de vacaciones para plasmar, con trazo grueso, cómo ha sido el inicio de esta maravillosa y extenuante aventura.

Sí, lo habréis adivinado. El de 2018 fue finalmente el último verano... al menos por el momento.

Entregamos los papeles para la doble vía de adopción (nacional e internacional) a principios de noviembre de 2017. En nuestra comunidad autónoma, los Servicios Sociales y de protección al menor tienen 6 meses para dar una respuesta administrativa. A finales de abril nos llegó una carta por la que esa respuesta se prorrogaba durante otros 6 meses. Y en mayo nos llegó otra carta para citarnos a una formación obligatoria: 5 viernes consecutivos, de 16:00 a 20:30, durante mayo y parte de junio, con un pre-aviso de 10 días aproximadamente. La mayoría de los fines de semana ya teníamos planes agendados. Al final solamente mantuvimos un viaje a Londres (cuyo vuelo y hotel ya teníamos pagados) y el resto de los planes los tuvimos que cancelar.

El primer viernes que llegamos al lugar donde se celebraba la formación fue un tanto extraño. El edificio estaba cerrado y varias parejas estábamos fuera deambulando, mirándonos de reojo sin saber si todas íbamos al mismo encuentro. Alguna pequeña charla nerviosa; parece que sí...

Cuando llegamos a la sala ya adivinamos de qué va el percal. Las sillas haciendo un círculo nos hacen saber que aquello no va a ser una charla unidireccional. Enseguida empezamos a entender las dinámicas de las sesiones; no se trata tanto de reproducir un discurso formativo, sino de que las personas que estábamos en aquella sala nos diéramos cuenta de lo que implicaba el proceso de adopción en el que nos acabábamos de embarcar; de cuál era la realidad de la que venían los niños susceptibles de ser adoptados; de los posibles comportamientos que podían acompañar al niño tras la llegada a casa (fruto de una situación de abandono, desamparo o desprotección en un primer momento, y de una institucionalización -en muchos casos de larga duración- después), y de cuáles eran las herramientas que debíamos ir adquiriendo para hacer frente a esos comportamientos o situaciones; de las posibles enfermedades que podían tener los niños; de los derechos de los niños adoptados a saber cuál es su origen... En definitiva, las diferentes y múltiples realidades a las que tendríamos que irnos enfrentando antes o después.

Todos estos contenidos fueron trabajados de forma individual o en grupos, haciendo sesiones de debate y diferentes dinámicas de grupo. Después de cada sesión llegaba el momento de reflexionar en pareja (o a solas -en caso de los expedientes mono-parentales) sobre cada faceta aprendida en el curso.

En mi caso particular, tengo que reconocer que yo no era consciente de la mayoría de las situaciones y problemáticas que se plantean con niños adoptados. En mi mente, un niño adoptado solo era una vía más para poder ser padre. Solo cuando te golpean en la cara con la realidad de esos niños es cuando uno se da cuenta de que la adopción es el último recurso de unos Servicios Sociales y de Protección al Menor. Y uno se da cuenta de que su "necesidad de ser papá o mamá" es coyuntural, y que lo realmente importante es que esos niños puedan tener una infancia "normalizada" en un entorno seguro y amoroso con sus necesidades básicas cubiertas. A Servicios Sociales no le interesa solucionar tus problemas de infertilidad (para eso está la Seguridad Social -nuestra aventura ahí también merecería otra serie de artículos); lo único que le interesa de ti es que puedas llegar a ser un buen padre o una buena madre para un niño o unos niños en situación de desamparo.

Porque no debemos hacernos una falsa idea con este tema. La verdadera razón para adoptar a un niño ES y DEBE SER el deseo de ser padres. Porque "padres" es lo que necesita un niño: no necesita a una ONG que le acoja por hacer una "buena acción". Y por supuesto ese deseo de ser padres tiene que ser sano: cualquier herida producida por una hipotética maternidad biológica frustrada tiene que estar cerrada, y el duelo superado.

Estas realidades de los niños se ven agravadas en el caso de la Adopción Internacional (AI). Si en España la adopción es el último recurso de un sistema de protección al menor, es razonable pensar que una adopción internacional (en la que se desarraiga al niño no solo de los hogares que ha ido conociendo, sino también de su idioma y de su cultura) es una solución extrema para casos extremos. Por eso uno de los aspectos en los que más reincidió el curso fue en analizar, pensar, reflexionar y empatizar con las características de esos niños para los que no hay salida en su país de origen. Dependiendo del país las características pueden ser muy diferentes, no haré un listado aquí. Pero es una reflexión interesante el imaginarse qué problemas puede haber en países tan diferentes como India, Hungría, Rusia, Vietnam...

Y no estamos hablando de adopciones especiales (en las que el niño pueda tener enfermedades graves -cardiopatías, sordera, problemas mentales graves...) sino de adopciones de menores que, sin tener ninguna de las enfermedades del lote que integran las "adopciones especiales", pueden llegar a tener un buen cocktail de otras cosas: eneuresis, síndrome de abstinencia, retrasos madurativos (en mayor o menor grado), problemas de aprendizaje, rechazo al contacto físico, regresiones, incontinencia fecal... A lo que hay que sumar los antecedentes conocidos (tanto de la situación que originó la retirada de custodia, como los antecedentes médicos/psiquiátricos de los progenitores).

En mi caso, como decía antes, la formación fue muy importante porque me hizo aterrizar de verdad en la aventura en la que nos estábamos adentrando, y replantearme si realmente el destino merecía aquel camino de espinas que se nos estaba describiendo y que, no me cabía duda, era más realista que la imagen idílica que yo tenía hasta ese momento de lo que era un proceso de adopción de un menor. Fueron tardes de reflexionar en el curso, pero sobre todo fuera de él, en largas conversaciones con mi mujer que llenaban las noches de los viernes y del resto del fin de semana.

...

miércoles, 13 de enero de 2021

Una aventura de adopción - Capítulo 1: ¿Ser padres?

Hace unos días mi hijo cumplió 3 años y hace poco más de 6 años que tomamos la Decisión (la de ser padres, claro; ninguna otra decisión puede ir en mayúsculas excepto ésa). Así que a poco que uno sepa restar y conozca la duración del período gestacional en humanos, se podría pensar que no nos fue mal del todo. 

Nada más lejos de la realidad. La aventura de la paternidad ha sido está siendo el viaje más arduo en el que me he embarcado y estos últimos años han parecido a la vez (si eso pudiera ser posible) siglos y segundos. 


Uno

Para entender nuestra aventura habría que retrotraerse a octubre de 2014, cuando mi mujer y yo nos casamos cuando aún no convivíamos, puesto que yo aún vivía y trabajaba en Madrid y ella en Asturias. La decisión de casarnos en esa situación fue alentada por la necesidad de tener derechos que una pareja de hecho no podría tener (puesto que en nuestra situación era imposible justificar convivencia). 

En julio de 2015 yo me cambié de trabajo y regresé, después de diez años, a la tierra que me vio nacer, en un cambio de órbita que ya dejé reflejado en este blog en su momento. En esos meses intermedios nuestra convicción de ser padres fue creciendo, poco a poco.

Yo nunca he sido una persona que tuviese un especial interés en la paternidad. De hecho, a día de hoy sigo pensando que soy bastante infantil, inmaduro, impaciente y tranquilo. Creo que ninguno de esos adjetivos casa demasiado bien con la idea de padre educador, maduro, con paciencia y dispuesto a que le trastoquen la vida de arriba a abajo. En 2003 escribí mi apostasía y un año antes estaba mirando para asociarme a VHEMT, el movimiento para le extinción humana voluntaria, que solo contemplaba la adopción como única vía para satisfacer el deseo de ser padre. Podemos decir que era un tipo raro, vaya. 

Recuerdo que en su momento estaba bastante de acuerdo en la descripción de las razones egoístas por las que la gente quería tener hijos, esgrimidas por VHEMT: la necesidad de perdurar en el recuerdo o en los genes de los hijos (trascendencia), el hecho de tener un bebé ("dar amor"), el poder modelar una "copia" de nosotros mismos, la presión social y/o familiar, la enculturación, la religición, el retorno a la infancia a través de los ojos de un hijo, filantropía social (regeneración demográfica), etc. Un conjunto de estas razones es lo que provocaría, según VHEMT, que la gente, en determinado momento de sus vidas, tomara la decisión de querer tener hijos. Y yo mismo, a lo largo de muchos años, me he ido haciendo esta pregunta una y otra vez (y también se la he hecho a mis amigos, tanto a los que ya los tenían como a los que no): ¿por qué quieres/has querido tener hijos? 

Que la respuesta a esta pregunta sea más o menos egoísta no tiene importancia alguna. Creo que lo lícito, diría que lo importante, es el propio hecho de poder plantearse la pregunta. Mirar cara a cara la posibilidad de ser padre y plantearse si eso es lo que uno quiere (con todas las renuncias que supone) y, en cualquier caso, intentar ser lo más coherente posible con nuestro ecosistema de valores y creencias.  

En mi caso creo que la respuesta a esta pregunta es una mezcla de existencialismo vital ("ya que la voy a diñar, me gustaría dejar algo en este mundo") y una necesidad de cambio de órbita. Cuando uno ya ha viajado, ha trabajado en varios sitios, está casado y tiene a su alcance todo el ocio que pueda querer, parece que esa necesidad de "algo más" surge inevitablemente. O al menos así sucedió en mi caso. 

Y así fue como, a lo largo de 2014, fue madurando en nosotros la convicción de intentar ser padres. 


Dos

Con esa convicción, mi mujer dejó de tomar la píldora y nos enfrentamos a unos meses de nervios e incertidumbre. Compramos una caja de "predictors" en Amazon y mes tras mes, y con alguna falsa alarma que otra (y tengo que reconocer que tras cada falsa alarma me embargaba una simultánea sensación de decepción y alivio), fuimos descubriendo juntos que la paternidad iba a ser un reto mayor de lo esperado. 

Tras un año de intentos infructuosos, decidimos buscar ayuda en una clínica privada de fertilidad (a la vez que abríamos la vía a través de la Sanidad Pública, donde llegamos a asistir a una única cita). La sospecha de una nueva endometriosis (mi mujer la había padecido diez años antes, y había tenido que ser operada para hacerle una limpieza en la que se le retiró un ovario) nos hizo afrontar este nuevo camino con esperanzas contenidas. En la primera reunión en la clínica, la manifestada sospecha de endometriosis hizo que la propia doctora redujera nuestras expectativas. Quedaba bastante descartada la vía de inseminación artificial y cogía fuerza la vía de la fecundación in-vitro, y entramos en una rueda de pruebas: ecografías, analíticas, genotipos, espermiograma, histerosalpingografía... En esta última prueba las trompas de falopio aparecieron dilatadas y con líquido, lo cual disminuía las posibilidades de implantación. Se decidió retirar las trompas, en aras de maximizar las posibilidades de una in-vitro. 

Ese verano participamos en el programa Vacaciones en Paz, y un niño saharaui de 10 años vino a pasar los meses de julio y agosto con nosotros. Fue un verano cansado pero excitante, aunque a finales de verano los dolores menstruales de mi mujer se agudizaron. 

A los tres días del regreso del niño a los campamentos saharauis de Argelia, falleció la abuela de mi mujer, y unos pocos días después estaba programada la operación de retirada de las trompas de falopio. Una operación que debía ser sencilla y mediante técnica de lamparoscopia, se convirtió en una cirugía abierta al detectarse en medio de la operación una endometriosis que afectaba a todos los órganos de la cavidad abdominal: ovarios, trompas, vejiga... e incluso estómago e intestinos. Aunque la cirugía salió bien, se produjo una infección no tratada que derivó en una sepsis abdominal grave. Mi mujer tuvo que ser trasladada en ambulancia al hospital público más cercano, y tras varios días con antibióticos de tercera generación y no disminuir la sepsis, tuvo que ser operada de nuevo de urgencia para hacer un limpiado manual de la infección, y drenada durante varios días. 

Era octubre de 2016. Habíamos pasado un total de 27 días en el hospital y mi mujer pesaba15 kilos menos. 


Tres

Así fue cómo, tras ver de cerca la muerte y darnos cuenta de qué cosas considerábamos verdaderamente importantes, el deseo de la paternidad biológica se esfumó. Sin duelo, sin dolor. Porque cuando el abismo te mira, todo lo demás se pone en perspectiva y deja de ser importante. Y lo inteligente no es luchar, sino escuchar lo que el Universo nos está diciendo y asumirlo con paz. 

Lo importante éramos nosotros. Estar vivos. Querernos. Disfrutarnos.

La puerta de la paternidad biológica se cerraba. Con los antecedentes de endometriosis de mi mujer y su necrosis de cadera, era una puerta que nunca debería haberse abierto. 

Y otra puerta se abría. Una que siempre había estado allí. Ya en 2002, cuando yo leía los manifiestos de VHEMT y mi mujer asistía a alguna reunión. 

Adopción. 

sábado, 9 de enero de 2021

La aventura de "El mandaloriano": ¿una nueva esperanza para la franquicia Star Wars?

 Nada del universo Star Wars me ha llamado la atención especialmente desde que el estudio del ratón le compró la franquicia a George Lucas, y J. J. Abrams perpetró el refrito comúnmente conocido como "Star Wars VII: El despertar de la fuerza". Otros vendrán que bueno te harán, podría haber pensado en ese momento George Lucas de su segunda trilogía. O incluso Abrams tras el estreno del episodio VIII, un despropósito de envergaduras épicas... que a su vez se vería superado por el episodio IX, un cierre inmerecido a una saga de personajes con la que hemos crecido y que han alimentado nuestros sueños de universos fantásticos, princesas y caballeros oscuros.

Reconozco que he mentido. Sí ha habido una película de Star Wars que me ha gustado en estos último años, y ha sido "Rogue One". Por fin una película en la que no se destruye una estrella de la muerte, o una segunda estrella de la muerte, o una tercera de la muerte... Por fin una película en la que no se conduce a los personajes a un arco narrativo forzado. Por fin una película en el que el desenlace, siendo épico, es a la vez trágico para unos personajes ajenos al canon y que, no obstante, lo enriquecen. 

Una película cuyo macguffin narrativo es, a grandes rasgos, rellenar un hueco que a todas luces no era necesario rellenar. Y a pesar de eso funciona como un reloj; o quizá precisamente por eso: porque es una argucia narrativa tras la que se esconde una película "pequeña" en el arco narrativo de la saga. En el episodio IV a nadie le importa demasiado quiénes son los que roban los planos de la (primera) estrella de la muerte. Y sin embargo, en Rogue One los personajes nos importan. Porque lo importante no es seguir expandiendo el universo. Lo importante, y siempre lo hemos sabido, son los personajes y que consigan funcionar en un universo fantástico, epatante, que consigan que suspendamos la incredulidad ante lo imposible y que nos creamos sus conflictos y sean estos los que no sumerjan en la AVENTURA. 

Probablemente lo que más recuerda la gente de "Rogue One" son sus últimos segundos, ese momento mágico de conexión en el que se funde esta aventura de Star Wars con el universo clásico, cuando a los que peinamos canas nos recorre un escalofrío de regreso a la infancia (a pesar del valle inquietante).  


Y probablemente eso mismo va a pasar con la segunda temporada de "El mandaloriano" en el imaginario popular. Sus minutos finales, en palabras de amigos míos, son "para correrse del gusto". Otra vez un momento escalofriantemente familiar de regreso a la infancia, casi sinestésico en el que creo que pude percibir olores de la infancia (así funciona el cerebro). Como en "Rogue One", "El mandaloriano" cierre su segunda y magnífica temporada uniendo el universo desarrollado por el guionista Jon Favreau con el universo clásico original de Star Wars, rescatando digitalmente a uno de sus personajes principales. 

Siendo honestos, lo cierto es que una vez que la serie le da al espectador las pistas necesarias para datar el momento en el que transcurre la acción, el final es casi inevitable y se puede intuir a poco que uno sea conocedor de la saga y sepa contar con los dedos de una mano. Lo cual no lo minusvalora; muy al contrario, indica que todas las piezas del puzle encajan y no hay pistas falsas para buscar un final sorpresa.

Más allá del desenlace, precisamente ése es uno de los mejores aciertos de la serie: las piezas son las justas y necesarias. Alejándose de series en las que los capítulos intermedios son absolutamente prescindibles y poco más que espuma de relleno, en "El mandaloriano" todos los capítulos tienen algo importante (un personaje, una pista, una flecha amarilla en el camino) que nos acercan al único desenlace posible. 

Y a pesar de todo, cada capítulo funciona perfectamente por sí solo, como un cómic de grapa en el que se narra una aventura autoconclusiva (los maravillosos concept art de los créditos finales ahondan en esa misma idea). Aventuras extraordinarias que nos llevan a desiertos con dragones de arena gigantes, océanos plagados de piratas, planetas boscosos poblados de gigantescos animales pre-diluvianos, pueblos mineros sacados del antiguo Oeste americano pero con blásters en lugar de revólveres, batallas espaciales... Auténticas AVENTURAS. Todas ellas gracias a personajes que enamoran, entrañables, duros, cínicos, idealistas (¿les suena?) encarnados por actores y actrices ya entrados en años (vamos, que no hay ningún adolescente hostiable en esta serie) y que podemos intuir que son fans de la saga (véase el cameo de Werner Herzog (¡¿?!), el propio Titus Welliver -famoso por interpretar al detective Bosch en la serie homónima- encarnando a un capitán imperial, o Kate Sackhoff -la Starbuck de Battlestar Galactica). 


Ésa es la gran genialidad de "El mandaloriano": su modesta intención de acercanos a la esencia del espíritu space-ópera de aventura del Star Wars original con buenos guiones condensados en píldoras de 30 minutos, con un arco narrativo sencillo pero muy eficaz, y jugando constantemente con el espectador en guiños divertidos (incluso irreverentes) al propio universo, que lo hacen tremendamente disfrutable para cualquiera, pero una auténtica reconciliación catártica para el fan de Star Wars que se ha sentido frustrado y estafado con casi todo lo que se ha hecho de este universo en los últimos 20 ó 30 años. 

Por si todo lo anterior les pareciera poco, "El mandaloriano" tiene una característica adicional que a mí, muy personalmente, me ha tocado de cerca, que es el acercamiento que hace al tema de la adopción y del apego, puesto que mi hijo también es adoptado. El desarrollo del arco narrativo que comentaba anteriormente es, sencillamente, el apego que se genera cuando se desarrolla un vínculo afectivo con un hijo adoptivo . Y ese apego hace que Mando, el protagonista de la serie, traicione todo lo que ha sido y todos sus ideales por proteger a ese hijo (aunque sea verde, un orejotas y se coma todo lo que encuentra). 


Al documentarme para escribir este artículo, descubro sorprendido que va a haber una tercera temporada de "El mandaloriano". Lo cierto es que el cierre de la segunda temporada, en mi opinión, es perfecto para cerrar el arco narrativo planteado en toda la serie y unir este trozo del universo Star Wars con el resto (mediante la argucia digital comentada anteriormente). Ojalá el nivel de esta tercera (y posteriores temporadas) estén a la altura de los 16 episodios rodados hasta ahora y que nos han hecho recobrar a más de uno la fe en el universo Star Wars. 

domingo, 26 de abril de 2020

Feliz confi-cumpleaños, y bucólico recuerdo al pasado

Exactamente tal día como hoy, hace 40 años el autor de este blog en decadencia nacía en un hospital de Gijón. Hospital que hoy está lleno de pacientes con COVID-19.

Giro curioso de los acontecimientos:
1) Estoy haciendo un curso de Google Analytics para certificarme por temas profesionales
2) En las últimas semanas un video mío de YouTube de hace 6 años (cuando el ébola pasó de visita por Madrid) ha tenido más de 15.000 visitas
3) Revisando mis posts de cine o ciencia ficción de este mismo blog (para ver dónde enlacé este video) he encontrado este otro artículo de exactamente tal día como hoy, hace 10 años:

https://diarioestulticia.blogspot.com/2010/04/la-fuga-de-logan.html

...y no puedo hacer nada más que echar la vista atrás con añoranza, nostalgia, existencialismo... en un momento de la humanidad en el que nuestras peores pesadillas apocalípticas lúbricas (porque, reconozcámoslo, para cualquier frikie que se precie hay un poco de morbo enfermizo en toda esta situación) se están haciendo realidad.

Al contrario que en La fuga de Logan, los que están muriendo hoy no son los que cumplen 30 años. Las personas de riesgo son nuestros padres, tíos y abuelos. Aunque no deja de ser un carrusel tan terrible como el de la película de Michael Anderson.

Como especie, tengo claro que nos extinguiremos haciendo chistes malos y memes de negros con sarcófagos, pero bueno, al fin y al cabo el humor es más necesario que nunca.