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domingo, 4 de noviembre de 2018

El último verano

Si algún verano tuviera que ser el último, me gustaría que fuese como éste:
Castle Lite para celebrar martes como si fuesen sábados, y que la nevera está llena. Colarnos en un spa privado y ver en el horizonte un valle de pinos. Comer unos bocadillos mientras filosofamos y el Velo de la Doncella acompaña nuestra charla. Observar fascinados la Cruz del Sur, y un menguante Venus que arranca una eclípitica que comparte con Saturno, Júpiter, Marte y la Luna. 

Si algún verano tuviera que ser el último, me gustaría que fuese como éste:
Asomarnos a la ventana de Dios mientras olemos la tierra quemada por el hombre. Mis pies colgando al vacío, una lagartija tricolor me mira, las tres chozas no me miran, simplemente están. Soy una mota de polvo en el valle, y me gusta. Disfrutar bebiendo agua fresca.

Si algún verano tuviera que ser el último, me gustaría que fuese como éste:
Ver un amanecer rojo como el infierno desde una carretera que, de repente, se acaba. Aunque si esperas un poco, en realidad ves que continúa y que, magnánimamente, te deja pasar. Vislumbrar en ayunas a los tanques negros de la sabana (también los hay blancos, pero cada vez menos). Frenar para dejar pasar a una manada de elefantes. ¡Leones, leones, leones! Un leopardo a la sombra de un árbol. E hipos ubicuos. Como siempre, un facóquero se despide de nosotros delante de la estatua de Paul Kruger. 

Si algún verano tuviera que ser el último, me gustaría que fuese como éste:
La rutina del desayuno a las 7:10, la comida a las 12:00 y la cena a las 18:00. El privilegio de fregar los platos después de la cena y dar las gracias después de cada comida. Las frases hechas de Conrad, que destilan al hombre que hubo y que ahora apenas hay en cada palabra, y que lo recuerdan antes siquiera de que se haya ido. 100 kilos de perros babeantes, rabiosos por fuera... y tremendamente vagos por dentro. Las sopas de Peter, cada día una sorpresa más deliciosa que la anterior. El ceño fruncido de Frank. El olor del café arábiga y el pollo frito, al que añadimos un poco de olor a cabrales y fabada. Las sobremesas llenas de algo que Peter llama snap, Rafa llama Canimambo... y yo llamo orujo blanco. Los proyectos diseñados con el trazo grueso de la ilusión y el Amarula Dew. El Facebook del centro pastoral y una community manager de lujo.

Si algún verano tuviera que ser el último, me gustaría que fuese como éste:
Ser blancos (primera acepción), lo que equivale a ser "blancos" (segunda acepción) y por tanto susceptibles de ser timados por mafias mozambiqueñas en connivencia con funcionarios corruptos. Decidir si una pegatina te va a servir de nada. Jugar al juego o jugar al juego, no hay otra opción. Cruzar a un país en el que no sabes por qué lado se conduce. Darse cuenta de que Google Maps ve carreteras donde solo hay caminos de cabras, y maldecir en bable por tener que cruzar Maputo tres veces en tres días. Cenar un filete de ternera con cerveza, y dormir, dentro de un convento de clausura y darle las buenas noches a una amiga a través de siete centímetros de ladrillo, cemento y pintura blanca. Bañarnos desnudos y hacer snorkel en playas de arena blanca, y cenar día tras día parrillada de marisco y vinho verde. Vivir el milagro del turismo hostelero en Mozambique. La Luz y la oscuridad (y el calor). Wifi en forma de repetidor, teléfonos al cielo y señal de allende los mares. Babosa monstruosa de ojo azul. Sexo a la luz del aire acondicionado. Despedida de solteras. Y funcionarios corruptos. 

Si algún verano tuviera que ser el último, me gustaría que fuese como éste:
Apartamento con terraza mirando a la selva. Cena swati con carne flameada. Una cerveza local que se llama "Sibebe" (sic). Una de Burgos que nos saluda en medio de nuestro estupor, y que nos organiza el día siguiente. Observar con incredulidad la elasticidad de los bailes tradicionales, y convertirnos, por primera vez, en espectadores. Y darnos cuenta de lo afortunados que hemos sido hasta ese momento. Ver un varano en la carretera tomando el sol. Potholes, potholes, potholes!

Si algún verano tuviera que ser el último, me gustaría que fuese contigo, y que me sorprendiese cogido de tu mano, y rodeado de tan buenos amigos como los que hemos visitado y nos han visitado este 2018.


Si algún verano tuviera que ser el último...

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