Apoya Wikipedia Por la neutralidad de la red Apoya Wikileaks! Vota a otros

viernes, 24 de noviembre de 2006

jueves, 9 de noviembre de 2006

Compañeros de viaje

Dicen que los escritores exorcizan sus demonios a través del proceso creativo de escribir, y que los mejores escritores son los que albergan los demonios más grandes.

Yo no soy un buen escritor, porque ni soy bueno, ni escribo. Tan sólo junto palabras que intentan describirme, que intentan ayudarme a conocer mejor mis inquietudes y a mí mismo. Quienes me conocéis, sin embargo, sabéis que me gusta juntar palabras con bastante asiduidad. Hoy es uno de esos momentos en los que necesito desahogarme, de forma que los pocos que leáis este diario, por favor, tenedlo en cuenta.

Hoy Iván cumple veintisiete años. Hoy Iván se ha mudado a Oviedo definitivamente.

Intento escribir con coherencia, pero mi mente se desborda por el recuerdo de más de un año de convivencia. Un año de momentos buenos, momentos muy buenos, y momentos aún mejores. Su llegada al piso a ciegas. Las primeras ostias en los coches de choque. Las escapadas de un día a Segovia o al pantano de San Juan. El intercambio de libros y películas. El sonido de su balón de mini-basket golpeando la pared. Sus desayunos fríos, y sus cenas adustas. Los cortos. Dios, el karaoke. La locura de la piscina en el salón. Destellos de alegría naif en nuestros ojos. Caídas en la pista de hielo. Conversaciones sobre cómics y cine. Entendimiento.

Sé que debería alegrarme de que haya conseguido volver a Asturias. Es lo que todos queremos, y él se lo merece más que nadie, porque ha luchado por ello más que nadie. Pero todos somos egoístas, y mi egoísmo dice que voy a echar terriblemente de menos a Iván. Ya lo estoy haciendo, y apenas hace media hora que le he acompañado hasta la parada de taxis. Un aséptico apretón de manos (porque al final somos tíos), y una promesa de vernos en una semana; en Madrid, Asturias, Guardo o donde sea.

El ordenador donde escribo esto aún está caliente por los dos últimos partidos jugados al Pro Evolution Soccer. Un empate a dos, y una excusa eterna para volver a reunirnos, volver a reír y a lanzar juramentos. Empate a dos, pero los goles a domicilio valen doble. Así que al final él ha ganado, porque quien jugaba en casa era yo. La suya se encuentra ahora a quinientos kilómetros de aquí.

Sin embargo, hay una razón más por la que debería alegrarme, en lugar de derramar lagrimones. Una razón que tal vez sólo yo entienda. No lo sé. La cuestión es que Iván por fin ha dejado de ser un compañero de piso, y a partir del momento en que nos hemos despedido, se ha convertido en un auténtico amigo. El mejor regalo el día de tu cumpleaños ha sido volver a Asturias, no tengo ninguna duda. Pero el mejor regalo que yo te puedo dar, ahora que no nos ata ni un contrato ni una rutina, es mi amistad.

Gracias por este año, Iván.