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sábado, 29 de diciembre de 2007

¿Qué pasa aquí?

Me separo de mi pareja. Se muere mi abuelo. Parece que mi abuela está cayendo en una nueva crisis depresiva. Iván y Paula tienen un trompo en la autopista. Alberto tiene agudos ataques de insomnio. Iván se esguinza un tobillo. Marcos tiene que ingresar a su abuelo en el hospital. Se muere el jefe de mi hermano con 35 años mientras estaba cenando...

¿Qué coño pasa? ¿Y qué va a ser lo siguiente? ¿Veremos a cuatro jinetes descender desde los cielos con llamas flamígeras y voces de ultratumba?

A ver si estas “felices” Navidades van terminando ya de una puta vez.

Ah, y una cosita más. Queridos Reyes Magos: si leéis este blog querría pediros como único deseo, por favor, quedarme exactamente como estoy.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Como lágrimas en la lluvia

Al ser humano le encanta buscar formas y patrones en la naturaleza. El orden que se encuentra subyacente sugiere elegancia y belleza, y la gente más espiritual puede encontrar en esa armonía el aliento de Dios.

Echando la vista atrás, me encuentro con que el año 2007 está acabando con un tirabuzón y medio y de alguna forma se cierra un círculo para dejarme, aparentemente, igual que estaba hace doce meses: agotado, de vacaciones, con incertidumbres profesionales y académicas… y solo.

El 16 de noviembre fue el peor día de mi existencia. El 16 de noviembre se rompían en pedazos ocho meses de mi vida. El 16 de noviembre yo y la persona que lo sabía todo de mí y con la que había compartido la aventura de vivir, nos alejábamos el uno del otro.

Es muy jodido reconocer, como ya escribí en un artículo anterior, que la persona de la que estás perdidamente enamorado no es la persona adecuada. Es muy duro reconocer que el Amor, al fin y al cabo, no es suficiente. Y lo que de veras es terrible es asumir que, aunque los dos seguimos enamorados el uno del otro, hay cosas que hacen imposible un futuro juntos. Aunque el presente era perfecto, el porvenir se presagiaba oscuro.

Los motivos que todos os preguntáis llegado este punto son sencillos de explicar. Somos demasiado distintos. Lo cual por una parte estaba bien, claro, porque los defectos de uno los compensaban las virtudes del otro. Mi introversión, desconfianza y brusquedad eran compensados por su extroversión, su confianza y su amabilidad. Pero también son necesarios los puentes y los nexos en común. Y esos puentes deberían apoyarse en los valores. Esos puentes nunca existieron. Mi ateísmo y mis posturas políticas van en total contradicción con sus creencias metafísicas, su educación y los ambientes en los que ella creció. Entiendo que ella es incapaz de plantearse un futuro con alguien que se limita a ceder en este tipo de cuestiones, pero que jamás las compartirá con ella. Entended también, pues, que yo sea incapaz de plantearme un futuro con alguien que duda sistemáticamente de esta forma.

¿Motivos? El motivo es que yo era un romántico y ella no. Estaba ciego y pensaba que el impulso del amor podía con todo. La realidad es bastante más cruel que eso. La realidad es que yo sufro, ella sufre, y los dos estamos alejados el uno del otro, lamiéndonos las heridas que nos hemos infligido.

El círculo se cierra y me deja aparentemente en el mismo sitio en el que estaba hace un año. La palabra clave, amigos, es “aparentemente”.

Si el año 2006 fue el año de mi eclosión a la madurez profesional, el año 2007 ha sido un viaje de autodescubrimiento en el mundo de las relaciones sentimentales. Y mi compañera de viaje ha sido ella… y no podría haber sido mejor. Yo la he ayudado a encontrar la paz que le faltaba cuando la conocí, después de una ruptura sentimental, y ella me ha llevado de la mano en un camino de superación personal y me ha hecho escalar cimas que jamás soñé alcanzar. Este diario no es lo bastante grande como para albergar todas las cosas por las que le podría dar las gracias, de forma que ni siquiera lo voy a intentar. Ella ya las sabe.

En una situación de este tipo, hay varias formas de tomarse las cosas.

Podríamos dedicarnos a reprocharnos las cosas que el otro ha hecho, y adoptar una actitud hostil y convertir el amor en odio. La línea es más delgada de lo que puede parecer.

También podríamos recordar los buenos momentos y lamentarnos de los momentos por venir que ahora jamás lo harán, y que jamás sabremos cómo podrían haber sido. Este es el estado por el que pasé los dos primero días después de nuestra separación.

La actitud que prefiero asumir, sin embargo, es otra. No quiero que la rabia o la pena transforme y pervierta en otra cosa todo lo que nos hemos dado a lo largo de estos meses. Sería muy estúpido perder todas aquellas cosas que Ella me ha ido dando, tal vez sin que ella misma se diese cuenta. Ella me ha dado un punto de vista sobre las cosas que no sólo no tenía, sino que ni siquiera sabía que no tenía y necesitaba. Ella me ha hecho saber la cantidad de amor que puedo dar y recibir. Ella es mi medida de amor, en realidad. Ella es la que me ha hecho saber que aún puedo llorar, que aún sé llorar, que necesito llorar de vez en cuando, como mientras escribo estas líneas. Ella me ha hecho ver el mundo con sus ojos, y yo he intentado hacérselo ver con los míos. Nos hemos prestado las manos. Nos hemos intercambiado susurros, alientos, confidencias, sueños, secretos, dolores y deseos. Ella me ha hecho sentirme vivo cuando pensaba que estaba muerto. Ella me ha resucitado. Ella me ha hecho llorar cuando estaba bien, y me ha hecho reír cuando estaba hundido. Ella me prestaba su ánimo cuando a mí me faltaba. Ella me pedía prestado el mío cuando le faltaba a ella. Ella me hizo comprender que yo podía compartir mi felicidad. Ella me hizo compartir la suya. La nuestra. Ella me rompió el corazón. Yo le rompí el corazón.

Más de un mes después de haber terminado aún lloro cuando recuerdo la forma de sus labios, su pelo castaño que parecía cobrizo cuando le daba el sol, sus ojos del color de la miel (que ella siempre decía que eran verdes), sus preciosas orejas con lóbulos no perforados. Su piel blanca como la nieve. Sus pícaros hoyuelos en las mejillas.

Sé que no volverán a ser míos. Mentiría si dijese que no me importa. Pero tengo que reconfortarme en el hecho de saber que lo que ha pasado es, sinceramente, lo mejor para los dos. Cuando sea un viejo chocho y mire hacia atrás la película de mi vida, me detendré un instante en el nombre de Ella y saborearé los momentos increíbles que pasé a su lado. Y podré decir con orgullo: “sí, he amado… y me han amado”.

Dios.

Creo que aún te quiero.

martes, 18 de diciembre de 2007

Jesucristo contra los alienígenas (Fe, parte II)

Pregunta teológica:

Si suponemos que Dios existe y que se hizo hombre para redimir a éstos de sus pecados, ¿qué pasa con los hombres que existieron antes del Advenimiento de Jesucristo? En otras palabras, ¿qué pasa con los indios americanos que se murieron antes de 1492?

Y más aún. La Iglesia actual (pelillos de Giordano Bruno a la mar) no se posiciona respecto a la posible existencia de inteligencia extraterrestre, al menos que yo sepa. Incluso existen teólogos que creen que el plan de Dios incluye la riqueza de la vida, y que el Universo sería muy triste si fuésemos la única inteligencia que habita en él.

Así pues, si existen otras inteligencias no-humanas allende las estrellas, ¿cómo se supone que les va a alcanzar la Palabra y la promesa de Cristo? ¿Nacerá un Jesucristo en cada civilización inteligente? ¿O, al igual que sucedió con los indios americanos, el único Cristo es el que bajó a la Tierra, y los demás deberán esperar una evangelización nuestra? Si fuese así, ¿significa esto que si nosotros fuésemos cualquier otra civilización, llegaría un día en el que una luz bajase del cielo y, procedente de otra galaxia, un ser extraordinario predicaría la Palabra de Dios?

Y voy aún más lejos.

¿No es posible que esto ya haya sucedido?

Al fin y al cabo, como decía Arthur C. Clarke, cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Y donde digo "magia", ustedes pueden leer "sobrenatural". O "milagro".

Pero por otra parte, también es posible que los extraterrestres no existan, al fin y al cabo, y que este artículo no sea más que una pérdida de tiempo.

Y por otro lado... este es un tema muy curioso, mucho más de lo que por el título del artículo pueda parecer. Porque yo creo que los alienígenas existen. No sé, algo dentro de mí me dice que no podemos estar solos, que hay más civilizaciones como la nuestra que mira las estrellas buscando un reflejo de sí mismas en ellas. Es decir, tengo puestas mis esperanzas en su existencia, aunque sin embargo no tengo ninguna prueba de ello. Con Dios pasa exactamente igual... pero al contrario. Aunque no tengo ninguna prueba de que no exista, no creo en él.

Así pues, ¿cuál es la diferencia entre creer en Dios y creer en hombrecillos verdes? ¿No es más digno o respetable creer en un principio de justicia infinita y eterna que en una estúpida quimera de folletín pulp? ¿Por qué me niego a abrir mi corazón a la idea consoladora y reconfortante de que hay una vida de infinito Amor más allá de ésta, y sin embargo no me tiembla un pelo cuando defiendo el dinero público invertido por los estadounidenses en el proyecto SETI?

En otras palabras:

Bajo el escudo de intelectualidad con el que me camuflo, ¿no se esconderá acaso un cobarde?

(Continuará)