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sábado, 28 de julio de 2012

Interludio

Entre mis amigos más sarcásticos tengo fama de escribir artículos más melodramáticos que episodios de fin de temporada de Falcon Crest. Artículos más existencialistas que una película de guerra dirigida a cuatro manos por Kubrick y Mallick.
No sé si éste va a ser uno de ellos, pero sentado literal y metafóricamente en un tren, he sentido la pulsión de hacerlo, y de intentar explicar(me) la suspensión del diario de estulticia.
Estoy, por primera vez en mucho tiempo, en un momento de paz conmigo mismo, y no necesito la válvula de escapa que, otrora, suponía.
He encajado en mi nuevo trabajo, y la cantidad de cosas que estoy aportando (y puedo aportar) superan con creces la desazón de trabajar para el enemigo. Además, he conseguido el tiempo para mí mismo por el que siempre he clamado. Efectivamente, como decía Danny Glover en Arma Letal, "era demasiado viejo para esa mierda [la consultoría]".
En ese nuevo espacio he ido explorando nuevos caminos. Clases de inglés (que tengo que retomar), el viaje a Etiopía, el master en Cooperación al Desarrollo... Quizá caminos que no conduzcan a ningún sitio, pero caminos agradables de transitar, en cualquier caso.
Mi vida sentimental transita por un sendero reposado, calmado. Muy lejos de enamoramientos, y más cerca del amor tranquilo, destilado en el cariño y la comunicación. Intentando por todos los medios disfrutar de nuestros sentimientos, sin llegar a ser esclavos de nuestras emociones.
Llevo una semana sin internet por un error administrativo de Ya.com, y no me importa demasiado.
A pesar de que en una semana voy a cumplir junto a Tania uno de mis sueños: recorrer en autocaravana la naturaleza salvaje y exótica de Nueva Zelanda.
A mi vuelta, quizá retoma este blog, quizá lo reinvente en otra cosa, no sé. Pero desde luego, siempre servirá para volcar en él mis pensamientos, aquellos tan íntimos que solo afloran en estos viajes lentos y reconfortantes en tren, rumbo a mi casa. Rumbo a Asturias.
¡Hasta pronto!