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lunes, 1 de agosto de 2011

Historias de Madrid: los parques (III)

Esta entrada está dedicada a un parque que no tiene nombre, y por tanto no existe.

Está ubicado exactamente entre la calle Mar Mediterráneo y la calle Mar del Japón del barrio de Horteleza, muy cerca de la Plaza de la Iglesia de Madrid.

Es un parque del que nadie sabe de su existencia, aunque he llevado a varias personas a que lo conozcan.

Es un parque feo y sucio, al que solo se acercan los perros a mear... y un consultor solitario a comer una ensalada del Carrefour y a meditar sobre su vida personal y profesional.

Foto del parque sacada por el consultor en marzo de 2011



El consultor -que a veces va de traje, y otras veces viste casual- acaba de comer su ensalada. Se reclina sobre el banco de madera y estira las piernas. Cierra los ojos, y se limita a escuchar el sonido de los pajarillos que cantan y el que la brisa produce en las hojas de los árboles que cobijan su descanso.

Escucha sus propias pulsaciones, crea un mantra con ellas, y se deja llevar por los pensamientos y los sueños.

Está tan relajado que está a punto de dormirse. Pero por fortuna el reloj de la Iglesia que da nombre a la plaza colindante marca las horas y le hace abrir los ojos.

Con un suspiro, se levanta y se pone en marcha.

Lo último que hace antes de abandonar el parquecito es tirar la bolsa de la basura donde están los restos plásticos y orgánicos de su comida diaria.

Detalle existencialista (y metafórico) del parque

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