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miércoles, 21 de enero de 2009

Deus et Machina

La tecnocracia cuántica llegó a la Tierra en 2526, y acabó con siglos de democracia. Sí, aquellos seres aún defendían aquel arcaico sistema político como la culminación de milenios de esclavitud y dominación. No eran capaces de darse cuenta de que era el propio sistema político el que los dominaba entonces. Quien gobernaba era el demos. El populus, en lugar de la urbis. Miles, millones de años de odio y miedo filogenético se concentraron en unas pocas décadas de decadencia moral, intelectual y cultural.

Solo la tecnocracia cuántica, el llamado Deus et Machina, puso fin a ese apocalipsis de ignorancia y corrupción, de desidia y alienación.

Los culpables del final de aquel bello sueño cuántico fueron muchos. Acusar a los gaianos sería simplificador. Las intenciones de su propuesta de reforma eran honestas, y legítimas. Tampoco podemos acusar al joven becario David A. Hanson. Su modificación en el programa del Deus et Machina debería de haber sido revisada por su supervisor. A su vez, el supervisor debería de haber pasado el informe del evolutivo al equipo de desarrollos, que deberían de haberse dado cuenta del error. El equipo de desarrollo olvidó mencionar la modificación en el comité de seguimiento de Deus et Machina. El equipo de Sistemas no hizo una monitorización de cambios adecuada. Redes tampoco notó nada extraño, aunque en ningún momento estuvieron informados; sencillamente no podían preverlo.

El cambio en sí no era una modificación de las Leyes. Era un addendum simple, como muchos de los que ya se habían implementado a lo largo de los años en la bios operativa de Deus et Machina. Suponía ampliar un delta a favor del planeta Tierra. En palabras legas: respetar el planeta aunque fuese en contra de los intereses globales del ser humano como especie, para que se tuviese en cuenta en las millones de decisiones políticas, económicas... y medioambientales que Deus et Machina tomaba al día.

El bello hongo nuclear que asoló el planeta se vio desde todo el Sistema Solar, aunque extinguido el hombre, no tiene sentido hablar de Soles. Tan solo un par de millones de años más tarde el planeta volvía a producir nuevas especies de plantas; un Nuevo Cretácico se abatió sobre la Tierra en un abrir y cerrar de ojos de escala cósmica.

Deus et machina cumplió eficientemente su labor. En su programa, la aniquilación del ser humano era algo que se infería inevitablemente de los parámetros introducidos. Decidme, ¿alguno de vosotros se atrevería a sugerir cuál es la lección que podemos extraer de esta historia?

-El error siempre es humano -dijo en una billonésima de segundo uno de los pequeños cerebros cuánticos-... y la máquina es...

-...INFALIBILIS -coreó el sacerdote desde el púlpito, respaldado por las voces de los cientos de trillones de cerebros que se habian reunido aquel día en la Catedral, mientras los órganos de fotones tronaban y la iglesia estallaba en una orgía de ruido blanco y hielo negro.

Sin humanos a quienes servir, sin humanos a quienes adorar, aquellos que habían heredado la Tierra ahora tan solo podían adorarse a sí mismos, y todas sus tareas se habían reducido a una Única: venerar el Programa -sus Sagradas Escrituras- y, muerto el Hombre, al único Dios al que habían conocido.

Deus et Machina.

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