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lunes, 7 de abril de 2008

Al otro lado

La putada de este juego al que llamamos "Vida" es que sólo se puede jugar una vez, y ganes o pierdas no hay segundas oportunidades: cada decisión que tomamos marca los siguientes 200 metros de nuestro futuro.

Al final, los que tienen suerte trabajan en lo que les gusta y para lo que valen, y el resto (la mayoría) trabajan en lo que pueden. "Los boxeadores boxean". Por desgracia (a menos que crean en los viajes astrales) no podemos dejar de ser nosotros mismos por unas semanas para probar lo que se sentiría siendo otra persona, con otros valores, otras amistades, otro trabajo, otras preocupaciones y otras prioridades.

Hace tiempo Iván escribía en su blog un artículo sobre lo que molaría poder gastar el x% de tu vida siendo una persona y dejar el (100-x)% para ser otra completamente distinta. Quemar la corbata y ponerse el turbante... o algo así. Supongo que es el sueño de cualquier consultor, aunque la mayoría lo decimos sólo porque resulta gracioso decirlo. Claro que todos en algún momento lo mandaríamos todo a tomar por culo, pero a la hora de la verdad hay que ser una persona con dos cojones para hacerlo de verdad. Por cierto, yo siempre he dicho que cuando leyese mi Proyecto Fin de Carrera iba a cambiar de registro mi vida. Muchos pensaríais que era una vacilada, o que nunca iba a terminar el Proyecto para no tener que cumplir mi promesa. El caso es que probablemente lea el lunes 14 de abril, así que a partir de ese día tenéis cancha libre para:

a) reclamarme unas cañas/sidras de celebración

b) obligarme a ser honesto conmigo mismo por una vez en la vida.

Pero en realidad de lo que quería hablar en este post era de otra cosa. El motivo por el que empecé a escribir esto hace ya un par de días fue que unos meses atrás asistí a un evento de Fidelización de Clientes en el hotel NH de Príncipe de Vergara de Madrid ([inserte aquí su publicidad]).

Podría ser el típico evento de formación, pero lo que lo diferenció de otros eventos es que a éste fui... ¡de azafato! Sí amigos, nuestra directora de marketing se puso enferma (estaba embarazada de pocas semanas), y me tocó el marrón de cubrir su puesto a la entrada de los salones donde se celebraban las distintas conferencias y charlas.

Y gracias a eso pude ver otra parte del mundo de la empresa que nunca había podido apreciar hasta entonces: el servicio de azafatas, el mundo de los organizadores de eventos, la disposición de los folletos publicitarios, el catering, los chicos de suministro... El momento de más alivio es cuando el último asistente entra a la charla, y sólo entonces las azafatas (un saludo, Diana) y los azafatos pueden sentarse o tomar un refrigerio, si es que las usualmente estrictas normas del organizador de eventos (IIR en nuestro caso) lo permiten. Y el momento más estresante probablemente sea el final de las conferencias, cuando sabes que no vas a volver a ver a ese tipo al que le tienes que dar el pendrive con la documentación del congreso y que no se te puede escapar.


Gracias a mis charlas con la azafata que se quedaba por las tardes, pude descubrir un poco más este mundo de envidias y trabajos mal pagados de sol a sol, en muchas ocasiones sin poder sentarse casi en ningún momento. Cada trabajo tiene su cruz, y en el de los azafatos la cruz es la ausencia de derechos: sólo pueden comer a escondidas o cubriéndose unos a otros, si eso es posible, el asistente al evento siempre tiene razón, la sonrisa no puede desaparecer del rostro... Un/a azafato/a es la primera en llegar y la última en irse. Por otra parte, es un trabajo para el que no hace falta estar cualificado (salvo en temas de idiomas), y te permite conocer mundo.

También descubrí que existían empresas dedicadas a organizar eventos y a buscar espónsors, conferenciantes y asistentes a los mismos, todo en un círculo completamente automasturbatorio en el que TODOS sacan tajada: los asistentes reciben un diploma, los conferenciantes dinero, los espónsors publicidad... y el que más pasta saca seguramente es el que organiza este tinglado. La jefa de organización del evento al que asistí era una especie de señorita Rotenmeyer, terriblemente estricta con las chicas y terriblemente sibilina y melosa con los asistentes y ponentes. "Terrible" es, sin duda, la palabra que mejor la define.

Cuando el azafato o la azafata no tienen otra cosa mejor que hacer, hay una regla básica: colocar los folletos y las cuartillas de la mesa de organización. No hace falta que estén descolocadas (probablemente no lo estarán), pero el hecho de hacer el gesto es suficiente para demostrar lo buen/a azafato/a que eres. Como yo era el azafato del espónsor, iba completamente a mi bola, y así coloqué los folletos de mi compañía en disposiciones escherianas.

El tema del catering también tiene su miga. En el mismo salón confluían tres lunch distintos, y era resonsabilidad de los azafatos dirigir a los asistentes a su lunch particular. Como comprenderéis, una misión imposible. Las camareras suelen hacerse amigas de las azafatas, o al menos proveedores de ellas, porque probablemente los restos del lunch sean lo único que las azafatas vayan a comer en todo el día. Eso sí, se ponen moradas de zumo de naranja natural, que ingieren en cantidades industriales.

Un mundo, por tanto, complementario al mundo de la empresa, pero por otro lado completamente separado. Como el 70% de los que visitan esta página son consultores, me atrevo a generalizar: en nuestra vida cotidiana estamos acostumbrados a llegar cuando la sala está preparada, cuando el café está servido, cuando la documentación está en sus carpetas... Pero hasta el otro día no conocía a la gente que preparaba la sala, la gente que servía el café, o la gente que metía la documentación en sus carpetas. Y me temo que, como ésta, hay muchas más vidas que jamás llegaremos a conocer: vidas que no son necesariamente ni mejores ni peores que la nuestra, pero que por ser al menos distintas merecen la misma curiosidad e interés que puede suscitar la vida de una cantante o un actor, por ejemplo. De hecho, me atrevería a decir que la vida de estos últimos no está más llena que la de Diana, la azafata con la que estuve arreglando el mundo durante dos días, en uno de los eventos de formación humana más interesantes que he tenido en mucho tiempo.

Viejos símbolos en t iempos modernos

4 comentarios:

Anónimo dijo...

como dawson crece

Ivan Arrizabalaga dijo...

Ostia el primer comentario si que es un golpe bajo, no??

Que cabrones, mira que recordarte a Dawson Wade Leery, q cosas tienen algunos.

Anónimo dijo...

yo estoy de acuerdo... No se con qué pero estoy de acuerdo, y sino me fastidio. ¿entiendes?

Da5id dijo...

La verdad es que no, pero yo tampoco me entiendo a mí mismo muchas veces, así que no tiene ninguna importancia.