Software Libre

Como informático, uno siempre ha tendido a acoplarse a las tendencias más "cool" sin pararse demasiado a pensar en lo que implican realmente, en lo que hay detrás de ello.

Así, el software libre fue para mí durante mucho tiempo poco más que una forma de afirmarme como informático, una forma de decir "tú usas Windows y eres un pringado, yo uso Linux". No con esas palabras, vale, pero ésa era, en el fondo, la idea.

Para otros, el software libre era una forma de dar rienda a los instintos de programación colaborativa y de ver sus esfuerzos plasmados en algo que pueden utilizar cientos de miles de personas.

He tenido que llegar casi a la treintena y sumergirme en una etapa de activismo político y humanista para comprender lo que realmente significa GNU-Linux y el software libre, las tremendas implicaciones que tiene, más allá de manejar un Sistema Operativo que no se cuelga y no tiene virus.

Lo poderoso que es un software colaborativo, comunitario, abierto y en el que todo el mundo tiene derecho a participar, criticar y utilizar. Quizá he tardado tanto en entenderlo porque es algo que va mucho más allá de la informática y de la tecnología, y sus raíces profundizan hasta el verdedero espíritu de la democracia y el poder para el pueblo.

Por eso quieren aprobar las patentes de software.

Por eso quieren acabar con la neutralidad de la red.

Por eso, cuando el software libre asome un poco más la cabeza, intentarán arrancársela.

Porque todo el proyecto GNU es realmente un gran hack, un gran acto de juguetona astucia subversiva para cambiar la sociedad.