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domingo, 24 de enero de 2010

Avatar 3D

Después de hacerme mucho de rogar, este lunes por fin he visto Avatar, de James Cameron.

James Cameron es de esos directores que, no se puede negar, han conseguido crear hitos cinematográficos que serán difíciles de olvidar, aunque la calidad de los mismos sea, en determinados casos, cuestionable.

El canadiense empezó su carrera como director con dos títulos que no he visto: "Xenogénesis" (un corto de 12 minutos) y "Piraña, segunda parte". Parece obligado para ciertos auteurs que su ópera prima tenga un título raro. Y de la continuación de "Piraña" no digo nada por si acaso resulta que es una obra maestra... :)

Cartel kitch


En 1984, en plenos ochenta, nuestro amigo Cameron dio la nota con una película llena de cardados, música ochentera, una historia futurista y mucha mala baba que hoy sería políticamente incorrecta (como hacer que un cyborg se introdujese en una comisaria y no dejase vivo ni al apuntador). Una película rodada con cuatro duros pero con unos efectos especiales basados en el stop-motion (ridículos hoy en día) que en su día catapultaron a una película, a un director y a un actor a la cumbre de la fama (aunque Schwarzennegger ya la había petado con la saga de Conan, dos años antes).

Esa chupa cuero, esas Ray-Ban,
y ese fondo negro con neones rojos


Dos años después, Cameron lo volvería a lograr con "Aliens: el regreso". Incapaz de mantener el tono apocalíptico de la cinta de Scott, Cameron decide hacer lo que mejor se le da, y esta segunda parte de la saga "Aliens" es una orgía de muerte y destrucción, tiros y explosiones, muertes y persecuciones. En lo cual hay que reconocer que Cameron es bueno; muy bueno. En esta ocasión cuenta con la presencia de Sigourney Weaver, que volverá a reencontrarse con Cameron 23 años después en "Avatar".

Otro mítico cartel ochentero


Volvería al tema de los alienígenas tres años después, pero esta vez tendríamos que sumergirnos en el fondo del mar para disfrutar de su inolvidable "Abyss". Un dramón lacrimógeno, submarino y fantástico que anticiparía algunas de las ideas anti-militaristas que podemos ver en "Avatar". Un Ed Harris soberbio, como siempre, mantiene el hilo dramático de la (larga) historia.

Probando la tecnología que perfeccionaría en Terminator 2


En 1991 vuelve a la carga con la franquicia "Terminator", y la que se dejaría de ser su mujer tras la película, Linda Hamilton, como madre de John Connor y aliada de Schwarzennegger en su tarea de salvar el mundo. Obsesionado con lo cutre de los efectos especiales de la primera parte, Cameron se tira un órdago en esta segunda parte, en la que maravillados acudimos a los cines para ver cómo aquel tipo de acero líquido y mirada gélida se metamorfoseaba a placer. En esta entrega el director se centra en los efectos digitales y la historia pasa a un segundo plano. Lo políticamente incorrecto de la primera parte se convierte en chistes de quinceañeros en esta segunda, y queda claro la clave de éxito que Cameron ha encontrado: hostias, acción, dramón, acción, mega hostia final con un punto dramático. Y sobre todo, mucho marketing.

T2, puro virtuosismo técnico de la época


Tres años después Cameron vuelve a llamar a Schwarzennegger para hacer una de las mejores comedias de acción que recuerdo, en la que Arnie consigue reírse de sí mismo, aunque Cameron sigue maquinando entre las sombras sus diabólicos planes.

Estampa de la época en la que Arnie
empezó a tomarse a chiste a sí mismo


Y será en 1997 (yo aún iba al instituto, qué recuerdos) cuando Cameron la pete definitivamente con una historia pastelosa, previsible, cansina, alargada e hiperbólica en todos sus extremos. Una historia de amor imposible para un barco imposible pero un proyecto tremendamente lucrativo. Cameron explota al máximo el filón que ha encontrado en ese esquema básico para rodar películas y hacerlas rentables. Lo exprime tanto que los cines no dan a basto, sus actores son incapaces de sobrellevar el éxito, y la carrera de Cameron... muere de éxito.

El principio del fin


Como los apóstoles, doce son los años que tarda nuestro amigo en volver a estrenar una cinta. Me imagino que, al menos, la mitad del tiempo la invirtió en terapia para recuperarse del éxito de Titanic. Aunque la maquinaria de marketing de este hombre vuelve a funcionar de nuevo, y vemos que está en plena forma: efectivamente, nos dicen que doce son los años que Cameron ha terminado en perfeccionar una tecnología digital que revolucionará el mundo de las películas tal y como lo conocemos.

Como, nos dijeron en su momento, Terminator lo revolucionó en su momento. Y Terminator 2. Y Titanic...

Y como si fuese Cameron en persona el que ha construido el motor gráfico que se utiliza para renderizar su película. Por cierto... sobre una granja de Ubuntus.

* * *



Una vez repasada la trayectoria de James Cameron y mi opinión sobre sus películas, vamos a entrar al detalle de Avatar, visionada en 3D y con el dudoso aliciente de que las butacas vibraban de forma sincronizada con la película. Esto último, una chorrada.

Pero lo que sí me maravilló fue el 3D, técnica de la que había oído hablar muchas veces pero que jamás había experimentado.

Y me moló. Durante los primeros minutos fui otra vez un crío, maravillado por los prodigios técnicos, y pude entender una parte de lo que pudieron sentir los primeros espectadores de una película, allá por 1895.

Por un momento temí que el 3D fuese demasiado para mí y me pudiese marear, pero tal cosa no sucedió. Quizá lo más chocante sea intentar enfocar un fondo o un primer plano cuando éstos están desenfocados. Pero el 3D es tan realista que aún así persistía en mi intento. Curioso.


El 3D explota de forma maravillosa Pandora, el mundo ficticio en el que se desarrolla la película, y quizá sea ésa la gran baza de la película. Un 3D en cualquier otra película no deja de ser una anécdota, pero el desbordante despliegue de imaginación y de dirección artística hace que la estereoscopía nos sumerja de lleno en un mundo completamente nuevo, de criaturas de ensueño y dimensiones titánicas. Una orgía de imaginación, como digo, que bebe directamente de películas como "Näusicaa del Valle del Viento" de Miyazaki-sensei.

Efectivamente, el otro punto de "Avatar" son sus múltiples referencias. Además de la mencionada "Näusicaa del Valle del Viento", de cuya imaginería y espíritu anti-militarista es deudor, la cinta de Cameron se inspira también en otros clásicos como "Laputa" (las islas flotantes que aparecían también en la película de Miyazaki), "Dune" (las similitudes de la historia son sonrojantes), "Pocahontas" e incluso "The Matrix" (aunque con ésta última, solo en detalles insignificantse pero evocadores; por desgracia nada de la filosofía de "The Matrix" se le ha pegado a "Avatar").


Por cierto, los servo-robots me recuerdan mucho a los de "Aliens: el regreso", a los de "The Matrix: Revolutions" o, incluso (y en un contexto más argumental), a "Fiasco" de Stanislaw Lem.

Por tanto, para concluir, eso es "Avatar": un popurri de referentes fantásticos y una tecnología puntera que tiene la virtud de trasladarnos a un universo inexistente, que consigue que flotemos en Gravedad 0 (increíbles los primeros planos de la película en el interior de la nave orbital) o volemos a través de las rocas flotantes de Pandora a lomos de dragones.


La historia en sí es previsible, infantil, contada una y mil veces en el cine, en la que Cameron no aporta ningún punto de vista nuevo y se limita a agitar su coctelera de referencias y elementos visuales. Pero aún así es un espectáculo apreciable para ser visto en 3D y para entrever lo que, sin duda, será el futuro del cine tal y como lo conocemos.

Y esta vez creo que va en serio.

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