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miércoles, 23 de diciembre de 2009

La vida de una pila

Se dice que las vacaciones son útiles para eliminar el estrés del trabajo y para "recargar las pilas".

Pero, ¿cuál es la vida media de una pila? Tengo la sensación de que cada vez la pila dura menos, y de que cada período vacacional se queda cada vez más corto.

Sudáfrica en este sentido supone para mí una desconexión total con el mundo urbanita al que estoy acostumbrado. Móvil apagado, sin acceso sencillo a Internet. Tan solo el ruido de los grillos y las cigarras, alguna camioneta ocasional por la carretera, la débil música de algún bar en Marite, el ladrido de Niko y Julie, el sonido de los truenos en la lejanía y la voz jovial de Rafa contestando en tsangán en horas intempestivas a alguna llamada.


Ése es el sonido que me llevo de Sudáfrica. Si hay algo curioso en esa tierra es que potencia los sentidos, los inunda de olores, sabores, sonidos y sensaciones.

Pero todo lo bueno se acaba, y aquí estoy, en mi primer día de vuelta al trabajo, picando cosas sin sentido encerrado en una jaula de oro, escuchando los estornudos de la gente, las conversaciones telefónicas de siempre y el zumbido de la máquina de aire acondicionado, que late con un corazón frío y metálico y marca los segundos que faltan para el final de mi jornada laboral.

Las pilas cargadas, pues, pero... ¿por cuánto tiempo? ¿Cuántas semanas serán necesarias para destruir todas esas sensaciones, esos quince días de libertad (ficticios, lo sé), comprados a precio de consultor?

El que me haga esas preguntas al día siguiente de pisar el suelo de Barajas es significativo de lo insulso y artificial que me resulta todo esto en comparación. Aún cuando me limitaba a estar en la misión preparando una tortilla de patatas, me resultaba mucho más fructífero que la sensación actual de estar dejando pasar las horas.

Mis viajes a Sudáfrica, tanto el de 2008 como el de este año, han sido de esos momentos que Javier Malonda llama "instantes de iluminación". Tú puedes llamarlos como quieras, pero creo que sabes a lo que me refiero. Son esos segundos en los que el telón se entreabre por unos fugaces segundos y te permite ver cuáles son las cosas verdaderamente importantes de la vida. Es ese momento dramático en el tanatorio o en el funeral, sosteniendo una esquina del ataúd. Esos segundos mirando a las estrellas en los que lo infinitamente pequeño (tú) y lo infinitamente grande (el Universo) se funden sin necesidad de una Teoría del Todo, y te golpean con el vértigo del Infinito y el Vacío. Esos instantes mirando las olas golpeando contra las rocas del rompeolas, en el que nuestro subconsciente vuelve a bañarse en el líquido amniótico del Ser.


Todo lo que nos aleja de esos momentos de iluminación es lo que nos impide estar completos, y por eso buscamos la felicidad en las cosas equivocadas. No pretendo ser un filósofo, y aunque creo que nunca sabré lo que realmente quiero, al menos creo que soy capaz de discernir lo que no quiero. Como para Casandra, ése es un don y un castigo a la vez.

Ya eres adulto, y hay ciertas cosas que tienes que asumir. Cosas que nunca te han contado, y ya es hora de que las aceptes. De la misma manera en que el sexo no es igual que el amor, debes darte cuenta de que el placer y el ocio no son felicidad. Si pretendes comprar felicidad con dinero, e hipotecas tu vida para ganar ese dinero, creo que te equivocas, y solo tienes una vida para comprobarlo. Es el día a día lo que importa, no esa casa o ese coche o esas vacaciones que tal vez nunca lleguen, o que en el mejor de los casos, son un pálido reflejo, una ilusión de la verdadera felicidad.

Analiza cuidadosamente tus actos, porque tal vez la vida no te dé una segunda oportunidad. Eres joven, pero cada vez menos, y la vida te plantea ciertas opciones. Toda tu vida te has dejado llevar por los acontecimientos, pero ha llegado el momento de ser honestos. Admite que te estás haciendo demasiado mayor para arriesgarte. Tal vez sea tu última oportunidad de cambiar tu vida.

¿Qué vas a hacer?

Las baterías recargables son la hostia, pero recuerda que tienen un número limitado de recargas. Tal vez no le queden muchos usos, y depende solo de ti decidir en qué las vas a utilizar. Puedes mover un molino o un reloj.

Tú eliges. Siempre ha sido así, aunque nunca te lo hayan dicho, aunque lo hayas olvidado. Sé que es difícil, y en ocasiones no sabrás qué es lo que quieres o adónde vas. Pero debes intentarlo. Persevera.

Tú eliges.

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