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miércoles, 21 de mayo de 2008

Expomanga 2008 (2 de 3)

En estos días que han pasado desde el primer post sobre el Expomanga y hoy, he caído en picado en el juego de Los Cronocrímenes y también se me han quitado las ganas de hablar de japos. El lunes fue uno de los peores días de mi vida (el 9º o así, tampoco hay que exagerar), y el martes tampoco acabó demasiado bien: no es justo que mientras paseas sobre el verdísimo césped de uno de los parques más bonitos de Madrid de repente te entre una llamada de tu jefe reviviendo fantasmas del pasado.

Pero bueno, la vida sigue y los otakus también. En realidad, el otaku es una versión más del clásico friki comiquero y rolero. Donde antes podíamos ver a un adolescente gordo con camiseta negra comprando un comic de Druuna o un mazo de Magic, hoy podemos ver a un adolescente delgado con camiseta negra comprando un comic de Dragon Ball Z o de Akira.

Se podría decir que la diferencia más notable entre el otaku y el friki tradicional es que en la cultura otaku hay muchísimas más mujeres. De hecho, ahora que lo pienso, creo que no conozco a ninguna chica friki que no sea otaku. No conozco chicas frikis del Señor de los Anillos, de La Guerra de las Galaxias, del Enano Rojo o de la Saga Dune. Ojo, que no digo que no las haya, solo digo que no las conozco. Y que me las presenten, oigan :)


Sin embargo, otakus las conozco a cientos. Ale, eso ha sido otra exageración dramática de las mías. Pero es cierto que la cultura otaku ha explotado por el lado de las chicas.

Y lo que es más: las chicas han convertido a la cultura otaku en una filosofía de vida de la que no hay motivos para avergonzarse, cosa que no se había podido decir nunca. En otras palabras, una pandilla en la que hay chicas es una pandilla que mola.

Hoy en día, en parte gracias al fenómeno manga, ser friki está de moda. Los concursos de cosplay son lo último, la estantería de anime es la más visitada del videoclub y todo el mundo se quiere ir a Japón.

Por eso mismo los frikis han muerto. Un friki jamás se llamaría a sí mismo "friki" orgullosamente. Un friki jamás haría ostentación de su condición, porque su condición debe ser la de un paria marginado por la sociedad. Sus camisetas negras son fruto de su frustrante y espúreo intento por llamar la atención de un mundo que le asquea tanto como le seduce, pero que siempre le da la espalda. Un friki no sabe si su frikismo es lo que le ha convertido en un asocial, o si su incapacidad para integrarse en el mundo es lo que le ha llevado al frikismo.


Un friki es eso, y un otaku, que presume de ser friki, es algo distinto.

El fenómeno friki es como el punk de los Sex Pistols, y el otaku es más bien The Clash. Se parece al primero en su forma de vestir y en su apariencia, pero en el fondo su alma es Pop y tras su fachada estereotípica no queda nada de la rabia y la honestidad de los primeros.

Como el punk, el propio éxito del fenómeno friki fue su muerte. Pero, al igual que el punk, cuanto más muerto parezca, más puro será cuando renazca.


Como todo en la vida, solo es necesario esperar lo suficiente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuantas verdades en un mismo artículo!