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domingo, 16 de abril de 2006

Domingo (y 2)

No he vuelto a tener una wifi decente a mi alcance. Lo máximo ha sido internet en un buffet libre, pero no me iba a poner a postear en el blog. Aún no he alcanzado ese grado de locura.

Así que voy a relatar los acontecimientos de los últimos días, hoy...

...domingo.

Amanece en Encamp y mientras yo me ducho, Marcos investiga por internet la historia de Andorra. Al parecer es co-presidida por un obispo y el primer ministro francés. Como bien dice Marcos, si Andorra es un país, ¿por qué no puede serlo Cataluña? Ahí dejo la pregunta.

Llueve ligeramente. Saco unas fotos al funicular que lleva a la gente desde el valle de la montaña, donde estamos, hasta lo alto de ella.

Bajamos hasta Andorra la Vella y dejamos el coche al lado de un centro comercial que parece la iglesia de una secta futurista con dinero. Andorra la Vella está al lado de otra ciudad, a las que une (o separa) el río. Desayunamos en esta ciudad aledaña.

Paseamos por el eje central de Andorra la Vella, donde tenemos la oportunidad de sacar unas fotos a los policías locales, enfundados en unos trajes que eran una mezcla de los de fofito y milikito, chandal ochentero y gorra del "leather man" de los village people.

En fin, no había mucho que ver, así que fuimos hacia coche, rumbo a españa.
En la frontera nos pararon de nuevo, donde un policía me pidió ver la última foto que había sacado (???????????). Sigo preguntándome por qué. Menos mal que todavía no había echo fotos a ningún top-less.

Nos pusimos rumbo a Olot, previo paso por Ripoll, con la intención de ir hasta el parque natural de la Garrotxa. Por el camino nos hicimos un puerto de montaña enorme, donde estaba la caravana del típico loco psicópata de las películas, y los motoristas suicidas. Al menos nos pasaron 40 motos de gran cilindrada, pero por más que recé a todos los dioses de los que sabía su nombre, ninguno accedió a mis súplicas y no vimos sangre ni vísceras de moteros.

Finalmente acabamos llegando a Ripoll, buscando un restaurante. Solo habia un bar donde daban comidas, y además estaba lleno de a) neo-nazis con sus putillas y b) mossos de esquadra y cartabón colándose y pagando con ticket restaurant. Nos cansamos de esperar y acabamos comiendo un pollo en el parque. Hay que matizar que el pollo estaba cocinado, no fuimos asaltando corrales ni nada parecido.

Pero en fin, después de eso cogimos el coche, y llegamos a olot mientras Marcos veía el perfil de volcanes y conos (con "n") reventados por todos los lados. Mi mente divagaba igualmente, pero en otra dirección.

En Olot Covadonga (es decir, nuestro GPS) se perdió, indicándonos que entre las ciudades que le proponíamos ¡no había carretera! Finalmente nos orientaría una niña de 13 años. Cualquiera que nos hubiese visto acercar el coche a la niña, bajar la ventanilla y empezar a hablarle, nos hubiese tomado por pedófilos. En fin.

Fuimos por la carretera hasta San Pau, donde acabamos en una zona de paseos en caballo y senderismo. Allí un gilipollas catalán, un pordiosero de mierda encargado del sitio de información del lugar, nos dijo en catalán que había un par de miradores saliendo de San Pau, pero que no seríamos capaz de interpretar los volcanes. Reprimimos nuestras ganas de escupirle y subimos un cacho pa arriba detrás de un borracho en un Mondeo blanco.

Paramos en un cacho de cuneta y sacamos unas bonitas fotos. Y despues también en el mirador de santa pau, donde hicimos derrapes y contribuimos a joder el Clio un poquito.

Tiramos rumbo Perpignan por una carretera comarcal chunguilla llena de curvas.
Llegamos a figueres; alli llenamos de gasofa y pillamos la autopista.

En la aduana ¡sorpresa! no nos pararon.

Por fin llegamos a Perpignan, donde cogimos mal la entrada, fuimos hasta el centro, aparcamos, fuimos a la plaza Arago, compramos un callejero a un inmigrante español (7 €), y finalmente conseguimos llegar al hotel a pesar del corte de la carretera por las vías del tren.

La recepcionista sólo hablaba inglés, y nos dió un pin code para entrar en la habitacion, que no era un hotel, era un avión. En el peor sentido del término.
la litera era una puta mierda que no estaba recomendad para niños mayores de 7 años. Menos mal que Marcos lo leyó al día siguiente.

Cenamos gracias a la camarera que hablaba español muy bien (nos explico la carta entera), y después de desembolsar 28 € fuimos pa la habitacion a ver fútbol francés y a Lotina y a chapi Ferrer.

Lunes.

Nos levantamos y nos duchamos como pudimos y nos fuimos por patas. Esta vez salimos bastante bien.

Fuimos hasta el centro y en Arago desayunamos con clavazo. Paseamos por la ribera del rio. El agua está limpia, y las francesas buenorras.

Rodeando por el exterior y un bulevar el centro histórico, nos metimos hacia la muralla de mampostes y ladrillos. Subimos por unas escaleras, desembocamos en la escuela militar rara aquella, olivos.

Calles chunguillas; recuerdo de un tío dando patadas a una puerta. Calle de la universidad (barrio árabe). Centro militar. Bordeamos la ciudadela mientras esquivábamos cagadas de perro. Entramos. Vemos un quiosco dentro. Sacamos unas cuantas fotos, algunas de las cuales son comprometedoras.Bajamos a un sótano oscuro, atisbamos a través de las almenaras. Dentro del palacio intentaron cobrarnos quatr euros per personne. Declinamos la oferta.

Seguimos dando vuelta al casco antiguo hasta mas adelante. Despues de evitarnos un cacho, la plaza del teatro sale a nuestro encuentro. Nos hallamos también en la calle de los restaurantes. Escogemos un bar, más o menos al azar. La empleada que nos sirve es tailandesa, el camarero sabe muy poco de español y llama "crême angloise" a las natillas. Los servicios son una porquería; observamos que en muchos sitios son unisex.

Salimos. Intentamos ver el noroeste de la ciudad, pero era bastante cutre, así que finalmente dimos vuelta, pasando por el edificio de correos.

Hacemos pis en un urinario público donde hay varios pordioseros grunges.

Fuimos de nuevo hasta el coche y planteamos la ruta hacia Montpellier.

Las autopistas de Francia son todas de tres carriles y en todas hace un viento de cojones. Hay muchos camiones.

En Montepllier entramos con una suerte acojonante. Pero acojonante acojonante. Después de diez minutos conduciendo al azar por una larga avenida, hacemos un cambio de sentido y giramos una bocacalle y nos encontramos de lleno con el hotel Les Myrtes.

Una vez en el hotel descubrimos que la habitación no tenía dos camas. Nos quejamos pero no conseguimos nada. La gorda recepcionista sólo era eso, una gorda.

Dejamos las cosas y vamos hasta el centro, hasta la plaza de la Comedie. Paseamos por el boulevar hasta el Corum, mientras sacamos unas fotos del tranvía. Rodeamos y volvemos a la Comediè. Tomamos una cerveza en una terraza. Atravesamos el centro comercial y llegamos al Antígono, donde encontramos la piscina olímpica, unos edificios acojonantes (que cobijaban hoteles, oficinas y muchas residencias), y un montón de réplicas de esculturas clásicas: Diana, Venus, Baco, Victoria de Samotracia. Llegamos al río y allí damos la vuelta para cenar. Acabamos en un asqueroso Mcdonalds muertos de hambre. Meamos en unos servicios públicos que requieren de combinación de seguridad.

Un yonki casi se ostia con el de al lado, por las tetas de la tia (se adjuntará foto de la tia) o por el efecto caballo. Al final le echaron. Nosotros nos fuimos por patas, en parte porque habíamos acabao y en parte porque el yonki nos daba mucho yuyu.

Nos metimos en el casco antiguo. Las calles a las 8 y media de la tarde estaban lúgubres y vacías. Vimos unos PLATANOS ENORMES junto a la chapelle Saint Charles. También cerca de allí estaba el Arco del triunfo y el Parque del palacio de Perou. Nos equivocamos de calle, divisamos una pseudo catedral y damos la Vuelta para ir hasta el hotel.

Escribimos este croquis mental.

Escuchamos a la de la habitación de al lao fingir un orgasmo, bastante mal, la verdad.

Martes.

Día romano. Nos levantamos y paramos en una gasolinera para desayunar algo. compramos un mapa de Nymes, no sé muy bien pa qué.

Directos pal ponte du Gard, donde tuvimos que pagar 5 euros por aparcar el coche. El sitio estaba petao de americanos, alemanes y algún japo que otro.

Subimos hasta arriba, por unos caminuchos de cabras. Bajamos hasta abajo al lao del rio. Vuelta al coche.

Enfilamos para nymes. Un psicópata nos sigue. Nos sigue. Nos sigue. Marcos intenta darle esquinazo pasando un semáforo en rojo. Aparcamos. Creemos que nos ha visto. Yo me cojo el portátil por si acaso.

Llegamos hasta el circo romano, les arenes. Allí descubrimos que podíamos haber aparcado al lado y así mi espalda no se hubiese resentido tanto.

Sacamos unas fotos y rodeamos la edificación. Cuando vemos el precio (escandaloso, no recuerdo cuánto) descubrimos que no teníamos tantas ganas de verlo por dentro. Nos ponemos en marcha y vamos hacia una especie de partenon del siglo V. Está todo medio en obras, ciudad under construction.

Llegamos al partenón ese y nos sentamos un rato. Pruebo las wifi. detecto 12 o por ahí, todas chapadas. puta mierda de pais.

Vamos a un puesto a comprar unos bocadillos y volvemos al templo a comérnoslos allí y a profanar la historia.

Después de comer damos un voltio por el casco antiguo y terminamos tirados en un parque tomando el sol.

Vamos otra vez hacia el coche. Éste empieza a hacer ruidos raros. Nos asalta el pánico. El psicópata nos ha agujereado el depósito del líquido de frenos. No. Es otra cosa, pero no sabemos muy bien el qué. Acojonados estamos.

Decidimos que por la tarde vamos a ver la Camargue. conducimos y llegamos a un puesto de información, donde echamos una meada en medio de la nacional. observamos una escena a lo "cujo". conducimos hasta el parque ornitológico. Allí descubrimos que hay que pagar entrada. Nos negamos. seguimos conduciendo hasta Sant Maries de la Mer, un pueblecito costero muy turístico y "pintoresco". vamos caminando por el rompeolas haciendo parkour (al menos yo lo intento). Callejeamos un poco por el pueblo, Marcos compra unas postales.


Volvemos a cojer el coche y vamos dar un rodeito para ver si localizamos otra ruta de senderismo para la que no hay que pagar. Llegamos a Cacharel, donde vemos por fin los putos flamenco. Como el viento era un tocapelotas, solo estuvimos unos minutillos viendo aves cuellilargas y rosas. Qué más se puede pedir.

Como es pronto, sugiero pasar por Arles para conocer el pueblo. Vemos dos columnas que son todo lo que quedan de un anfiteatro romano, y otro circo romano reconstruido al 75 por ciento.

Cenamos en una pizzeria gracias a un camarero que sabia tres frases en español, y a mi pronunciación exquisita del francés.

Vamos hasta el coche bordeando el río, donde sacamos unas bonitas fotos de la puesta del sol.

volvemos a montpellier.

Miércoles.

El coche no va bien. Los ruidos que hace serían normales en una mina de carbón, pero no en un clio (le clio rouge). Por unanimidad decidimos no ir hasta marsella (hubiesen sido mas de 300 kilometros), y a cambio propongo un dia de descanso en la playa. Marcos acepta a regañadientes. Primero vamos a desayunar al centro de Montpellier; compramos unos pains du chocolat en una boulangeriè y nos los comemos en el parque cual vagabundos.

Luego en el mercadillo yo compro unas manzanas y unas mandarinas y Marcos un pan. Va a ser toda nuestra comida.

Vamos al hotel a por el coche. Yo bajo el portátil e intento localizar alguna wifi desde la terraza del hotel, pero es inútil.

Cogemos el coche y enfilamos a Palavas, el pueblo más cercano con playa.

Vemos el canal y las tiendas adyacentes, el rompeolas, y luego vamos bordeando la playa. Nadie se baña, aunque hay algunas personas en la arena.

La playa es de arena fina, aunque hay muchos restos de crustáceos y bulbáceos (a ver si cuela) muertos. Eso no sé si me inspira confianza o me la resta. De todas formas no tenía intención de bañarme.

Lo que sí hago es tumbarme en la arena y mutar un par de horas, mientras Marcos se va a dar un paseo por ahí. ¿He dicho ya que no le gusta la playa?

A mi lado se sienta una francesa de más de 40 años que estaba bien buena, y encima se pone en topless. Yo lo que me empiezo a poner es enfermo por su culpa, aunque hago un esfuerzo heroico por contenerme. Lo moldeable de la arena me ayuda en mi propósito. Ya me entendéis.

Me como la fruta y a las 3 y media levantamos el campo. Nos tomamos unas cervezas en una terraza del pueblo. Joder, qué buenas están las francesas.

Cogemos el coche y volvemos a montepellier, y volvemos al centro. Nos tomamos otras cervezas en la plaza de la comediè. Yo robo un vaso de cerveza que más tarde se rompería. Descubrimos que nos hemos vuelto expertos en pedir cerveza. Nos podremos morir de hambre en Francia, pero no de sed. Como no tenían la kronenberg 1664, pedí una caña. Todo esto en francés. Ole mis huevos.

Después de esto fuimos a dar una vuelta por el casco antiguo, otra vez. El dia del Mcdonalds habiamos visto unas calles con un huevo de bares y restaurantes, asi que decidimos probar suerte allí con la última cena francesa.

A las 19:30 entramos en un sitio que parecía el más barato de todos. Tras testear a los camareros, uno de ellos hablaba inglés. Lástima que nosotros no. A duras penas le rogamos que nos tradujera la carta al inglés y pedimos lo que buenamente pudimos. No había el menú expuesto en los tablones de la entrada, así que tiramos de carta. De primero un foie mu rico y mu afrancesao. De segundo yo me tomé un bistec y marcos una lasagna. Y de beber, water.

Decidimos que después de 4 días, aún no le hemos pillado el truco a los horarios franceses para las comidas y las cenas. Comida, francés... me tenéis que perdonar el burdo juego de palabras. son las 2:30 de la noche del sábado y estoy escribiendo esto para que no se me olvide.

Después de la cena fuimos pal hotel de nuevo.

Jueves.

Dejamos el hotel. Un negro de dos metros que está en la recepción nos pide la tasa de un euro por día y por persona. Desisto de preguntarle a qué viene esa tasa. Repito: mide dos metros, y es negro. Da miedo. Sí, lo reconozco, soy un racista que cuando ve a un negro de dos amenazadores metros de alto con cara de mala ostia se acojona. Qué se le va a hacer.

Pillamos el hotel mientras agradecemos a dios haber abandonado por fin esa casa de putas literal. Nuestro próximo destino es Barcelona.

El miedo que nos embarga (al margen de la imagen del susodicho negro, que todavía nos impregna las retinas) es que se nos joda el coche. Los ruidos se estabilizan. No van ni a mejor ni a peor. Simplemente se dejan escuchar en los cambios de marcha.

Enfilamos la autopista mientras yo desayunaba las 3 mandarinas que me habían sobrado el día anterior, y en un plis plas nos plantamos en españa, previo repostaje de 10 euros en gasolina para poder llegar a la frontera. En Jonquera (como su propio nombre indica, la ciudad de los jonquies) llenamos el depósito a gusto, con una gasolina que cuesta 30 céntimos menos el litro. La noticia es que no nos pararon ni nos cachearon ni nos registraron en la aduana. Debía ser la hora del café, porque desde luego, después de 6 días de viaje, nuestras pintas no habían mejorado precisamente.

A las dos menos algo aparcamos y a las dos y algo llegamos al parque Güell. Menos mal que el Gaudí está muerto, porque si no lo hubiese matado yo con mis propias manos. Cómo se puede hacer un parque con tantas cuestas para arriba? Y además lo jodido que es acceder a él desde ciertos puntos. No sé muy bien por donde entramos, pero al final entramos.

El parque es muy bonito, la verdad. Sólo le sobran los putos turistas de mierda como nosotros. Sobreexplotado, esa es la palabra. Un apocalipsis biológico no le vendría mal, y reducir la tasa de visitantes al 1 por ciento más o menos, que es lo ideal en ese parque. al margen de eso hay que reconocer que el parque es muy bonio y se integra muy bien en la montaña.

lo siguiente que recuerdo es que decidí bajar por unos pinos y que nos costó 25 minutos volver al parque Güell, previo paso por el Carmel y por la bajada (o subida, mejor dicho) de la Gloria. ¡Escaleras mecánicas! ¿Quién fue la lumbrera a la que se le ocurrió poner escaleras mecánicas en medio de la calle? Si no es por él, a estas horas estaría muerto de un infarto de miocardio. No sé cómo hay catalanes gordos, con la cantidad de ejercicio que les oferta la ciudad.

Salimos del parque y comimos en una bocatería un bocadillo de tortilla y otro de fuet. Cogimos el coche justo a la hora a la que empezaba otra vez la hora en el parquímetro, y fuimos hasta la sagrada familia. De mutuo acuerdo aparcamos malamente y dimos una vuelta de cinco minutos alrededor de la catedral, pero ninguno de los dos tenía intención de entrar. La verdad, no miré ni el precio, pero seguramente no hubiese entrado aunque hubiese sido gratis. De nuevo demasiada gente, y demasiada religión.

Estábamos cogiendo un ritmo interesante, así que fuimos a Montjuic, primero al amago de mirador, y luego al mirador de verdad, que no es otro que el castillo de Montjuic, donde se obtienen unas vistas espléndidas de la ciudad y del muelle de carga. Allí pasamos bastante de la tarde, tomando un helado y fingiendo disparar los cañones a los imperialistas españoles.

Cansados, cogemos el coche y vamos hasta Cerdanyola, donde teníamos el alojamiento. Vamos a cenar a un chino (como todo el mundo sabe, es la típica cena catalana) y volvemos al hotel.

Viernes.

El cansancio se hace notar. El plan es sencillo: ramblas, casco histórico y barceloneta.

Cogimos el tren en Cerdanyola y bajamos en Plaza Cataluña.

Empezamos bien por las ramblas, viendo a los mimos y a los memos. La cosa se torció un poco en la cafetería, donde quedó demostrada la total incompetencia de los camareros españoles frente a, por ejemplo, los franceses. Pagué el chocolate con céntimos sueltos para joder al camarero, y acabamos de bajar las ramblas. Llegamos al paseo de Colón, con foto obligatoria al genovés que señala su tierra.

Luego torcimos a la izquierda y fuimos por la zona del maremagnum, donde vimos a un tonto del culo en un segway, y unos cuantos yates. Ahí entramos en un debate sobre el equilibrio económico internacional y los juegos olímpicos. otro helado (de limón).
después de la zona de muelles, fuimos hasta las playas artificiales, hasta llegar a las torres gemelas y la sardina gigante. Ahí dimos una vueltecilla y volvimos pal casco antiguo, donde comimos en un OVNI, un buffet libre con terminales conectados a internet y un amplio menú de ensaladas y pastas.

La verdad es que el cansancio nos tenía un tanto abotargados, así que después de comer fuimos a buscar el barrio gótico (el cual sospecho que no encontramos, porque lo único que vimos fueron calles tortuosas y de aspecto amenazante, policías cacheando a moros y gente pasando a más velocidad de lo normal). Allí nos tomamos una heineken, después de lo cual decidimos volver para el hotel, aunque era relativamente pronto (no eran aún las 6).

Cogimos el tren de regreso y antes de las 19:00 estábamos en el pueblo. Una hora después entramos en el cine a ver V de Vendetta (estaba en castellano) y despué de lo cual nos fuimos a descansar al hotel, agotados pero satisfechos.

Sábado.

Nos levantamos pronto. Desayunamos en un bar de carretera camino de Zaragoza. En Zaragoza hubo algunos problemas para encontrar la estación, pero al final milagrosamente nos encontramos ante ella. Repartimos el bote, tras cambiar el billete me despedí de Marcos y me fui a una cafetería a hacer tiempo. No había wifis abiertas. Al rato fui a la estación y cogí el autocar. Me senté al lado de una australiana que me vino dando la chapa todo el camino de regreso. Imaginadme a mí (¡a mí!) asintiendo todo el rato, como si la entendiese algo más del 40 por ciento de lo que me decía, y preguntándola algo de vez en cuando. La tía había ido a Holanda simplemente a ver tulipanes. No me jodas. Sí, tulipanes. Y yo me llamo Andrés. Y luego decía que había perdido el otro autocar y que la habían tenido que recolocar en este. Lo que pasa es que tendría miedo de que los perros le detectaran el alijo de cáñamo que se traía de los países bajos. En un momento me enteré que tenía dos hijos en Australia, que uno de ellos era un geek, y que ella se dedicaba a viajar y a enseñar inglés, pero que se iba a volver a Japon porque en Europa lo de enseñar inglés no le daba dinero suficiente para irse de viaje todo lo que quisiera. No te jode. Y yo ahí manteniendo el tipo, con mis cutres frases hechas para salir del paso. Quién me mandará a mí sacar el portátil en el autocar, todo porque mi fondo de pantalla le recordó a Australia... Pues si el embalse de San Juan le recuerda las playas australianas, desde luego la pobre mujer tiene un problema grave de vista.

A las 4 y media llegué a Madrid, a las 5 me pseudo-atracó un yonki a doscientos metros de casa -aunque sólo me sacó 2 euros-, y a las 6 me tumbé en el sofá a mutar un poco. Ahora son más de las 3 de la madrugá (saeta time) y voy a acabar esta frase y a dejar el resto para mañana.

Au revoir.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, mucho me he reido...

Anónimo dijo...

No en serio, me he roto los huevos a reir.

Muy bueno en serio, muy bueno.

Anónimo dijo...

Propongo un juego estupido(como todo)... Voy a poner 2 parrafos de introducción un poco pretenciosos y tontorrones para que tu pongas otros 2 y empecemos a sacar una historia adelante.

Solo tenemos que escribir 5/10 min. al dia hasta el fin de semana y asi puede que tengamos algo sobre lo que hacer un mini-corto (que ya es decir).

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La lluvia es la cosa más bonita que existe, la gente se arremolina buscando algo de protección
y al final esta siempre nos gana la partida y nos empapa de arriba a abajo.

Pocos conocen el poder que se siente cuando alguien decide romper lo establecido, lo no escrito, y opta
por dejar que la lluvia le empape de humedad y libertad.
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PD: No tienes pq entrar al trapo, es solo que me aburro y no hay mucho más aficionado a la escritura para hacer el juego :D.
PD(2): A pesar de la chorrada que he escrito no soy gay, jeje.

Da5id dijo...

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Es el poder de sentirse libre. De penetrar en esa ducha gigantesca en la que se ha convertido la ciudad, y que hoy, sólo hoy, es exclusivamente para nosotros.

El poder de sentirse aguijoneado por cientos de miles de gotas, de convertirse en roca, de domeñarlas a todas y cada una de ellas, dejando que resbalen sin resistencia, transformando tu cuerpo en una máquina perfecta que utiliza el pulsante agua como combustible, como savia, como sangre.

En mi vida ha habido dos ocasiones en las que me he postrado ante una tormenta de verano. Después de lo ocurrido ayer, no creo que vuelva a tener la oportunidad de hacerlo nunca más.
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Anónimo dijo...

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Ayer mi padre salió de la cárcel.
Quince años son muchos, seguramente demasiados, toda una vida.

Barton siempre habia sido una incognita para mi, su aspecto ligeramente desaliñado, sus brazos fuertes y su mirada inteligente me abrumaban, simplemente me hacian sentirme un guiñapo.

Aunque lo que más detestaba de todo era la forma en que mi madre lo miraba, era extraña, casi salvaje.

Con los años he comprendido que simplemente se amaban como lobos salvajes y lo que es peor, follaban como tal.

Puede que por eso durante años, mi padre fuese simplemente Barton en vez de papá o tal vez Louis, Louis Barton.



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Ivan Arrizabalaga dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Ivan Arrizabalaga dijo...

Edito el post anterior pq tiene un par de errores muuu feos.

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Ayer mi padre salió de la cárcel.
Quince años son muchos, seguramente demasiados, toda una vida.

Barton siempre habia sido una incognita para mi, su aspecto ligeramente desaliñado, sus brazos fuertes y su mirada inteligente me abrumaban, simplemente me hacian sentirme un guiñapo.

Aun así, lo que más detestaba de todo era la forma en que mi madre lo miraba, era extraña, casi salvaje.

Con los años he comprendido que simplemente se amaban como lobos hambrientos y lo que es peor, follaban como tal.

Puede que por eso durante años, mi padre fuese simplemente Barton en vez de papá o tal vez Louis, Louis Barton.

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Da5id dijo...

Naturalmente, Louis Barton no era su nombre verdadero. Suena demasiado bien para ser real. Lo único que no me explico es cómo mi padre tuvo el ingenio sufuciente como para inventarse un nombre así de rotundo.

Louis Barton.

Pero claro, todo en mi padre es una incógnita. Hasta hace quince años, yo mismo no sabía qué nombre escondía mi padre debajo de todo aquel tiempo con el seudónimo de Barton, ni de quién o de qué huía. Ni tan siquiera sabía qué nacionalidad tenía antes de llegar a París, y por tanto, cuáles eran mis orígenes.

Mi propia madre tampoco podía servirme de ayuda en mi intento de hallar el secreto de Barton. Conoció a mi padre pocos meses después de que éste desembarcase en París como polizón en un carguero.

Pocos meses. Eso fue lo que tardó Barton en hacerse con un pequeño capital. Era el principio de los 80 en Europa, una época en la que un hombre con la iniciativa y los pocos escrúpulos de Barton podía hacerse rico en pocos años.